ROSARIO 2121

ESCRIBE FABIAN ARIEL GEMELOTTI

En el invierno de 1981 estábamos con mi novia Anita en mi casa viendo por TV una película de miedo. Ella con sus piernas delgadas apoyadas en mis pantalones y mis manos acariciando su cabeza. La película era sobre mutantes, no recuerdo el título. El miedo carcome el cerebro, y un filme de terror te tiene que carcomer y asustar en serio. Romero solía decir: «el miedo parte de nuestros propios miedos interiores». Y Poe decía: «el único miedo real es el miedo a morir».
Anita sabía que yo la amaba, porque yo la cuidaba y la mimaba. Un hombre debe mimar a una mujer cuando la ama. Hitchcock decía que el terror es la esencia del cine. Y Los pájaros es, a mi entender, la esencia del cine de terror.

Como decía, estábamos viendo una película de terror. Nos quedamos dormidos profundos y al despertar no entendía nada. No estábamos en mi casa, sino en un cuarto amplio y con un olor muy particular. Anita estaba atada a una cruz y la sangre cubría su cuerpo desnudo. Yo estaba también atado, pero nadie me había lastimado. Estaba sano y conciente. Quise gritar y no pude. Anita estaba inconsciente o muerta, la verdad que no podía discernir su estado. Transcurrió un buen rato hasta que apareció una mujer alta de pelo obscuro y piel muy blanca. Se me acercó y acarició mi rostro. Después retrocedió y fue hasta Anita y apoyó sus labios en el cuello de mi amada y unos colmillos enormes se clavaron y le succionó la sangre. Una vez satisfecha retiró su boca y se dio vuelta y me miró, y la sangre en sus labios daban terror, y me dijo: «están en mi casa, no soy una mala mujer. Simplemente necesito que cumplas una misión para mí, y te devolveré a tu amada. No te preocupes, está sana la chica, solamente absorbo la sangre necesaria para vivir. No le hago ningún daño». Nunca sentí tanto miedo como ese día, y aterrado le dije: «por favor nos tiene que soltar». Y me dice la mujer: » primero cumple la misión y después los liberaré».

Me desata y me agarra de una mano y me conduce a un vehículo.
Me acomodo en el asiento de ese vehículo extraño y me dispongo a viajar. Voy a cumplir la misión que debo cumplir para librar a Anita. La misión consiste en viajar en el tiempo al año 2121 y asesinar a un hombre. Es un viaje al futuro. Estoy aterrado pero debo cumplir mi misión por Anita, por nuestro amor. Y la mujer extraña me observa y sonríe. El vehículo empieza a temblar y yo también tiemblo de terror y veo luces y luces y más luces y cierro los ojos y al abrirlos estaba en una casa amplia y alumbrada por luces rojas.

La misma mujer de los colmillos me recibe y me dice que baje. Desciendo del vehículo y la mujer me da una ropa extraña y me dice que deje mi ropa del siglo 21 y me ponga la que ella me daba. Me cambio y la mujer me da un papel plateado que contiene una dirección y una foto de un hombre gordo y también me da un arma y dinero de esa época y me dice: «debes ir ahí y matar a este hombre y debes volver rápido acá. Estamos en la Rosario del Siglo XXII».

Salgo de la propiedad y empiezo a caminar. Estaba en Rosario, pero la Rosario de 2121. Una sensación rara en lo que estaba viviendo. Una ciudad extraña, muy extraña. Vehículos voladores y mujeres con senos enormes sin cubrir. Lo primero que hago es ver dónde queda esa dirección. La mujer me había dicho que tome un taxi. Veo un vehículo rojo que dice taxi y lo llamo y el vehículo se para a mi lado y subo y le digo la dirección. Una mujer morocha y de tetas muy pero muy grandes era la taxista. La mujer me dice: «al barrio de los políticos, ahí hay plata muchachito». El vehículo empieza a andar por la ciudad, y miro por la ventanilla y veo gente extraña: hombres barbudos y rapados, mujeres con pantalones verdes y las tetas al aire. Y veo a un hombre con un collar al cuello y a una mujer que lo lleva como si fuera un perrito.

La taxista se ríe y me dice: «¿no es de acá usted?» Le digo que no, y me mira por el espejito sonriendo: «esos tipos con el collar son esclavos. En Rosario está permitida la Esclavitud Masculina». Yo me río y le pregunto: «¿hay algún lugar donde pueda consultar las muertes en la ciudad? La taxista adivina mi pregunta y me lleva a la Biblioteca Pública. Estaciona el vehículo en un lugar muy amplio en una zona llena de edificios redondos y me dice: «baje que lo espero».

Yo bajo y entro al edificio y una mujer con los senos más grandes que vi en mi vida me dice: «¿Buenos días» Le digo que busco algún registro de Historia de la ciudad de los últimos cien años y un registro de fallecimientos. La mujer me da un aparatito muy raro y me dice que ahí puedo consultar. Me aparto y me siento en unos sillones enormes y no podía entender el aparatito. Una chica joven se arrima y me dice: «si me chupás las tetas un ratito te enseño a manejar el aparatito». Yo no entendía esos códigos del Rosario de 2121. Y miro a la chica: una belleza única, una rubia de ojos verdes y pecosa de unos 18 años. Y le succiono unos pechos muy grandes de pezones rosados puntiagudos. Al terminar la chica me dice: «es muy simple, debes apretar la A y la J y después hablar pidiendo lo que buscás y la pantalla te muestra lo que quieres saber». Le digo gracias y la chica se va caminando.

No entiendo nada y sigo mirando: «usted está ahora en la biblioteca pública Walter F., gracias por su visita». Al rato veo a un hombre anciano haciendo lo mismo que yo había hecho hacía un ratito: le estaba succionando los pechos a la chica. Y apreto la A y la J y pregunto sobre mí y unos amigos y veo en la pantalla mi foto: «Walter F. bla bla bla bla…. murió a los 90 años después de haber ganado el Nobel de Literatura por su Novela 2121». Me voy a donde estaba la mujer que me dio el aparatito y se lo devuelvo. Le digo gracias. La mujer me mira y me dice: «son tres chupadas de tetas». Le succiono tres veces y me voy.

La taxista me estaba esperando y me subo al taxi. Y vamos a la dirección indicada. Le pregunto a la taxista eso de las chupadas de tetas y me dice: «eso es un intercambio, o pagás con dinero o chupadas. Al chupar la teta por un mecanismo cibernético se acreditan dinero a la cuenta de la mujer». Le digo si no hay al revés, o sea si la mujer no chupa al hombre. La taxista me mira sería y me dice: «eso nunca, chupar al hombre lo hacían nuestras abuelas antes de la revolución rosarina de la mujer. Eso da mucho asco».

La taxista me dice: «ya llegamos, son un millón de dólares o media hora de chupada a mis tetas». Miro el dinero que me había dado la mujer alta y le doy un billete de un millón de dólares y la taxista me mira y me dice: «una lástima, me gusta que me chupen las tetas». Me bajo rápido, era muy fea la taxista. Veo una casa grande y toco timbre y me abre un hombre gordo. Es el hombre que debo matar. Y saco el arma del bolsillo del traje moderno y apunto y una luz verde se prende y dispara un rayo y el hombre gordo desaparece. Corro hasta la esquina desesperado. Y la taxista estaba estacionada y me llama.

Subo al taxi y me dice: «vi lo que hizo, si me chupás las tetas tres horas sin parar no digo nada y lo devuelvo al lugar donde tomó el taxi». Le chupé las tetas tres horas seguidas y la taxista me dice: «bien, me acreditaron muchos millones de dólares, puedo ahora cambiar el taxi. Ahora lo llevo al lugar donde tomó el taxi». Llegamos y me bajo y voy a la propiedad de la mujer alta y golpeó y me abre y entro. Y me dice: «muy bien, misión cumplida. Ahora subí al vehículo y a tu amada te la devuelvo sana y salva». Subo al vehículo y me quedo dormido y al despertar Anita estaba a mi lado con sus piernas delgadas y largas extendidas en mi pantalón. Estaba dormida y la despierto y me dice si la película terminó. Miro la TV y veo rayas.

Eran las doce de la noche. Le digo que la acompaño a su casa y vamos de la mano por la calle. Yo pensaba en lo que había vivido y no entendía nada. Al llegar a su casa Anita abre la puerta y su madre me saluda. Del fondo escucho unas voces y pregunto si había alguien más y la madre me dice: «está una señora de la Iglesia y tres mujeres muy raras que hacen una misión evangélica en Rosario».

Y aparecen las cuatro mujeres, la amiga de mi suegra y las tres mujeres evangelizadoras. Y quedo temblando y muy confuso y reconozco en esos rostros a la taxista, la mujer de la biblioteca y a la joven que me enseñó a manejar el aparatito. Las tres mujeres me miran sonriendo y se tocan los senos acomodando la ropa. La más joven me mira a los ojos y me pregunta el nombre. Le digo que soy Walter F. Y se mete una mano en la blusa y saca un aparatito y me lo da. Miro el aparatito y no comprendo lo que es. Y una de las mujeres me mira con ternura y me dice: «mañana a la tarde si venís a la Iglesia te vamos a enseñar a manejar el aparatito».

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