
POR FABIAN ARIEL GEMELOTTI
Estamos en un paraje de las islas del Paraná. El muchacho me mira con ojos duros. Su frialdad me hace daño.
A lo lejos se divisan lanchas con soldados y muchas armas. Beta Beta me dice que permanezcamos escondidos entre los árboles. Las lanchas se van a acercando y lo que parecían ser armas normales son armas de guerra y vemos a militares preparar bazucas y torpedos.
-Van a bombardear las islas. Yo ya no tengo fuerzas para transportarte padre. La única esperanza es que las armas fallen, pero eso es imposible que ocurra.
-Debemos entregarnos Beta Beta.
-Noooooo. Sería una tragedia porque te encontrarias con el chico de 11 años que eras vos en 1976. Eso sería una tragedia en el tiempo.
Las lanchas llegan a los arenales y desembarcan soldados. Pensábamos que iban a bombardear pero parece que quieren atraparnos vivos. Los soldados de desparraman y buscan. Un hombre gordo dirige a la compañía de soldados y está uniformado con un uniforme norteamericano.
-Padre debes correr cuando yo te diga. Voy a entregarme y corre con toda tu fuerza. Debes internarte en las islas y así lograr llegar a alguna ciudad en Entre Ríos.
-No voy a dejarte entregar Beta Beta.
-Padre es la única solución posible.
Beta Beta me abraza y me pega una cachetada fuerte y me dice que corra. Y sale de los arbustos y se arrodilla y un militar le apunta con un fusil. Yo empiezo a correr, corro y lloro y mis lágrimas llenan mi rostro. Mientras corro pienso en ese muchacho y de lo que será de él.
Me estoy internando en bosques isleños. Paso por rancheríos y corro desesperado. Ya no siento ruidos de los soldados. Beta Beta debe estar exposado y estoy seguro que nada le va a ocurrir, porque los soldados me buscan a mí. Corro y corro y tropiezo con unas maderas.
-Usted está detenido.
Levanto la vista y veo al hombre gordo con uniforme militar norteamericano. Me pone un pie sobre la cabeza y me aprisiona fuerte. Siento un dolor muy grande y ganas de gritar, pero no grito y contengo mi desesperación. Empiezan a aparecer soldados con fusiles.
-Pedazo de hijo de puta… quería escapar. Vamos a matarlo acá al igual que hicimos con ese rubio hijo de puta.
-Mataron al muchacho hijos de putas.
-Sí, lo matamos. Y tiramos su cuerpo a las palometas del río. Ya se lo habrán comido.
Una fuerza extraordinaria se despierta en mi cuerpo. Me levanto empujando las piernas del gordo y se cae para atrás y golpea con un madero. Los soldados avanzan y empiezo a golpearlos. Agarro un fusil y empiezo a disparar. Voy matando una a uno y la sorpresa me favorece porque nadie atina a disparar. Estoy enloquecido y violento. Agarro un fusil y corro hacia los arenales. Al llegar ahí veo a Beta Beta tirado en la arena. Me acerco y está herido. No lo tiraron a las palometas. No veo soldados pero sí las lanchas vacías. Arrastro a Beta Beta hacia una lancha y lo acomodo. Los dos estamos en la lancha y empiezo a maniobrar y salimos de los arenales. Nos dirigimos sin rumbo. Detengo la lancha en mitad del rio y miro a Beta a Beta. Está muy mal herido pero vivo. Siento terror. Prendo la lancha y salimos a toda velocidad.
El río con su marrón característico se hace infinito, no sé dónde ir. Vamos avanzando a mucha velocidad. De pronto se abre el río por la mitad y caemos con la lancha y es una obscuridad que me da terror y siento a los lados voces y voces que susurran mi nombre. Llegamos con la lancha a lo que sería el final, un final sin agua y es un pozo levemente iluminado pero visible; veo que un monstruo avanza hacia nosotros. Tiene cuerpo rojo y ojos saltones. Me recuerda el rostro de Borges, ese escritor que nunca pudo escribir una novela y que nunca cogió con una mujer y que defendía siempre los golpes de Estado. No sé por qué me recuerda a Borges. Avanza el monstruo y saca la lengua y nos lame el rostro a Beta Beta y a mí. De pronto aparece otro monstruo y lo devora al monstruo rojo. Ese monstruo empieza a convulsionarse y toma forma de mujer. La mujer nos abraza a los dos y a la lancha y empieza a ascender por ese abismo y volvemos a la superficie.

-Walter F. has vuelto a 2121.
La mujer se convulsiona y toma una forma de monstruo; un monstruo verde y ojos saltones. Y se hunde en el agua. Miro y veo a lo lejos la ciudad con casas redondas. Veo autos voladores y un auto volador se aproxima. Es un taxi y se para frente a nosotros y una joven de piel negrita saca la cabeza por la ventanilla y grita.

-Soy Catanguita, vengo a buscarlos. Me ha mandado Alicia por ustedes.
Me pongo a Beta Beta a mis hombros y subimos al taxi. El muchacho está muy herido y gime de dolor. La chica es hermosa, un negro rústico es su piel, ese negro que suelen tener las mujeres del Norte Argentino y esa belleza criolla que tanto despreciamos los rosarinos y porteños.
-Eres una leyenda Walter F. Soy la hija de Fernanda. No soy blanca como ella porque mi padre era un norteño chaqueño.
Su belleza es única, me recuerda a Fernanda. Es una piel que me gusta. Me despierta deseos Catanguita pero el deseo se desvanece al pensar en Beta Beta y sus heridas. Catanguita nos lleva con el taxi y sonrie con una sonrisa hermosa.
-Walter F. yo voy a curar al muchacho.
Catanguita para el taxi y mira al muchacho. Lo ve desnudo y agarra el pene y lo masajea hasta que sale el semen.
-Ya está curado el rubio.
Beta Beta se incorpora y nos mira y pregunta qué pasó.
(CONTINUARA)
