LA VALORACION DEL TRABAJO HUMANO

NORBERTO OSCAR CENTENO AUTOR DE LA LEY DE CONTRATO DE TRABAJO N° 20.744/74 EN LA REPUBLICA ARGENTINA

WALTHER NEIL BÜLER

«GANARAS EL PAN CON EL SUDOR DE TU FRENTE»
El conocido precepto bíblico nos recuerda que en la antigüedad el trabajo era considerado como un castigo.
Es por ello que el origen etimológico de las palabras que en los distintos idiomas identifican al trabajo, generalmente tienen significados vinculados con situaciones penosas. Así nuestro vocablo castellano: «Trabajo», (del mismo origen del italiano, «Trabaglio»; del portugués «Trabalho» y del francés «Travail»), significa etimológicamente: obstaculizar, trabar.
Algunos filólogos lo vinculan con el «Tripalium» latino, que era una especie de yugo y también elemento de tortura.
Hoy, sin embargo, se ha revalorizado la función del trabajo.
Se sostiene que «es un bien escaso», que tiene contenidos económicos, espirituales y sociales, porque posibilita, no sólo el acceso a los bienes y la creación de nuevos bienes sino que promueve el desarrollo integral del individuo y de la comunidad.
En nuestra época el castigo de la divinidad consiste en la privación del trabajo, con su secuela de miseria, desarraigo, pérdida de identidad y valoración del individuo, aislamiento familiar y social, etc.
Por algo Lord William Beveridge calificó al desempleo como uno de los «Jinetes del Apocalipsis». Guillermo Cabanellas dice que «puede entenderse por trabajo el esfuerzo humano, sea físico, intelectual o mixto, aplicado a la producción u obtención de la riqueza». Preferimos la simple, pero fascinante, definición que trae la Ley de Contrato de Trabajo en su Artículo N° 4 cuando expresa:
“El contrato de trabajo tiene como principal objeto la actividad productiva y creadora del hombre en sí. Sólo después ha de entenderse que media entre las partes una relación de intercambio y un fin económico…»
Dice Juan Carlos Fernández Madrid que esta es una norma rectora que da primacía a la persona humana y a su realización.
Probablemente -según nuestro criterio- esta sea la norma legal más importante establecida en el derecho laboral argentino; implica, sencillamente, el triunfo de la dignidad humana sobre las cosas, sobre los meros aspectos económicos.

EL TRABAJO COMO DERECHO Y DEBER SOCIAL

Según señala Guillermo Cabanellas (*), el dogmatismo liberal de la Revolución Francesa condujo en un aspecto más, de la libertad absoluta reconocida al hombre, a que el trabajo fuera un derecho individual, tanto en su aspecto positivo (dedicación de la actividad personal a la profesión elegida) como en el negativo de no desempeñar ocupación alguna.
Con distinta motivación, apoyándose unos en el Derecho Natural y basándose otros en la forzosa cooperación que la vida social impone, se establece que el trabajo es también, y ante todo, una obligación socialmente exigible.
Así, el trabajo deja de constituir el medio natural y optativo para ganar el sustento diario o para mejorar la posición de cada cual, y se convierte en obligatorio hasta para los poseedores de medios de fortuna bastantes importantes como para no preocuparse por el pan de cada día; y esto, por el deber de contribuir a la mayor riqueza y bienestar general.

En este sentido se declara que, si el trabajo es precepto impuesto al hombre por la naturaleza, su cumplimiento será exigible en justicia, porque la voz del deber requiere desenvolver las facultades físicas y espirituales conforme a la estructura orgánica y al ser moral.
Aún sin alcanzar el grado de coerción que torna ineludible el trabajo por movilización bélica, imperativos de la economía nacional, prestaciones estatales o municipales con carácter de impuesto o penas que se traducen en trabajos, forzosos o forzados, el trabajo se ha erigido genéricamente en obligación de carácter social para todos los habitantes del país en condiciones físicas de prestar servicios útiles.

LA DIGNIDAD DEL TRABAJO

Siguiendo al mismo autor (Cabanellas) recordamos que el trabajo fue denigrado en la sociedad antigua y medieval, habiéndose reducido su apreciación al enfoque económico de una mercancía. Fue la Doctrina Social de la Iglesia, iniciada por León XIII en 1891 (aunque es consecuencia de antiguas tradiciones cristianas) la que revalorizó el trabajo señalando en su Encíclica Rerum Novarum que:
“El trabajo común según el testimonio de la razón y de la filosofía cristiana, lejos de ser un motivo de vergüenza hace honor al hombre, porque le proporciona un medio noble de sustentar su vida”
En los tiempos modernos se alza un coro de alabanzas al trabajo, entre las voces más notorias preciso es recordar a Juan Bautista Alberdi (considerado un visionario del Derecho del Trabajo, al punto de que la Universidad de Tucumán ha puesto su nombre al Instituto de Derecho Laboral) quien decía
“La tierra es la madre; el hombre es el padre de la riqueza. En la maternidad de la riqueza no hay generación espontánea. No hay producción de riqueza si la tierra no es fecundada por el hombre. Trabajar es fecundar. El trabajo es la vida, es el goce, es la felicidad del hombre. No es un castigo… Trabajar es crear, producir, multiplicarse en las obras de su hechura: nada puede haber más plácido y lisonjero para una naturaleza elevada”.
¡Qué contraste de estas expresiones con las del filósofo inglés John Locke quien decía
“Cuando la mano se emplea para manejar el arado y la azada, la cabeza raramente se eleva a ideas sublimes…” (The reasobleness of Christianity).

DOCTRINAS POLITICAS

El análisis de las ideologías que han dominado (y dominan) al mundo nunca ha sido desapasionado. Aún aquellos que han anunciado «la muerte de las ideologías» (Francis Fukuyama: “The End of History and the Last Man”), revelaron con tal anuncio su propia ideología y reavivaron las llamas de quienes sienten que el hombre debe alimentar el fuego de los grandes ideales.

Creemos que negar las ideologías es como desconocer la existencia del amor: no lo podemos palpar, pero existe.
Pero las ideologías, como toda obra humana, no son perfectas, debemos rescatar de ellas sus aspectos positivos y desechar sus lacras.
Todas las ideologías han sido utilizadas por seres despreciables: dictadores (comunismo, socialismo), genocidas (corporativismo), terroristas (anarquismo), corruptos e insensibles (liberalismo); pero ello no debe cegarnos en advertir que todas ellas, han tenido algún aspecto beneficioso para la humanidad y que han sido inspiradas por hombres que pretendían un mundo mejor.

LIBERALISMO

No hay duda que la Revolución Francesa, al margen de la gravitación del pensamiento de la Ilustración fue la respuesta coherente a una suerte de tensión que la sociedad europea venía experimentando desde el ocaso del absolutismo monárquico que no se resignaba a compartir el poder ni a hacer prudentes concesiones a las ascendentes clases burguesas.
Coincide la Revolución Francesa, cronológicamente, con el nacimiento de la Revolución Industrial, de allí su profunda repercusión en el ámbito de las relaciones laborales.
El liberalismo surgido a consecuencia del triunfo de la Revolución Francesa, implanta el principio fundamental de la libertad de trabajo, garantizando la autonomía de la voluntad de los contratantes en la celebración del contrato de trabajo.
Las consecuencias del liberalismo en materia social son harto conocidas.
Privados los trabajadores de una legislación protectora y proscripto el derecho de Asociación Profesional por la Ley Le Chapelier, los trabajadores se vieron sometidos a condiciones inhumanas de trabajo, porque a causa del abstencionismo estatal, quedaron librados a sus propias fuerzas para contratar condiciones dignas de trabajo.
El Estado, influido por el liberalismo de la Revolución Francesa, organizado para proteger los intereses de la burguesía capitalista, se «abstenía» de intervenir en las relaciones de patrones y obreros, dejando que se las arreglaran de acuerdo al libre juego de sus conveniencias recíprocas.
El liberalismo económico asimiló el trabajo humano a una mercancía y, por consiguiente el precio de ésta quedó sometido a los vaivenes de la conocida ley de la oferta y la demanda.
Consecuentemente, en la práctica, la aplicación de la explotación del hombre por el hombre, con todas sus nefastas consecuencias sociales.

SOCIALISMO

Según señalaba La Tour du Pin (Hacia un orden social Cristiano)
“El Liberalismo ha engendrado al Socialismo como consecuencia ineludible de sus doctrinas y reacción obligada de sus prácticas”.
El Socialismo ha atravesado distintas etapas, iniciándose con la fase Utópica de Tomas Moro y Campanella, siguiendo un período romántico con Saint Simon, Fourier y Proudhon, avanzando con la científica de Marx y Engels para culminar con la etapa revisionista o parlamentaria de Bernstein, Lasalle y Mac Donald.
En su esencia la ideología socialista postula para la solución de los problemas sociales, la abolición de la propiedad privada, la socialización de los medios de producción capitalista y el trabajo obligatorio para todos.

COMUNISMO

En una noción amplia se entiende por comunismo la doctrina social y política basada en la comunidad general de bienes y el movimiento de masas que propugna la abolición de la propiedad privada y la instauración de la «dictadura del proletariado».
En los hechos el comunismo accedió al poder con la Revolución Rusa de Octubre de 1917, (años más tarde en China) la que para consolidarse desestimó el ejercicio de la democracia instaurándose una burocracia que aterrorizó a la mayor parte de la población.
Los comunistas nunca pudieron explicar las bondades de su «paraíso» frente al muro de Berlín. Sin embargo, la caída del muro no debe verse sólo como el fracaso del comunismo, sino también como fruto de la convergencia de los sistemas ya que el Capitalismo evidentemente se humanizó y se «socializó» en el curso de este siglo.

ANARQUISMO

El Anarquismo coincide con el Comunismo en la idea de la supresión de la propiedad privada, pero se diferencian en que el anarquismo propone también las supresión violenta del Estado, propugnando un régimen libre donde no haya leyes ni autoridades.
El nuevo régimen sería comunista-libertario, no autoritario como el soviético.
El anarquismo tuvo como representantes más destacados a dos nobles rusos: el príncipe Kropotkine («rebelaos contra todas las leyes») y Bakunin («la libertad es el fin supremo de todo desarrollo humano»), ambos hombres de ciencia.
El anarquismo tuvo una influencia poderosa en el movimiento obrero entre 1870 y 1930, luego comenzó a declinar hasta su práctica desaparición en la actualidad.

CORPORATIVISMO

Dice Deveali que es interesante señalar los elementos tan dispares que coexisten en el fascismo; su doctrina política es de negación de la democracia, de exaltado nacionalismo, y su dictadura representa una forma de Estado totalitario y autoritario, sin embargo su doctrina social a través del derecho corporativo permitía a los trabajadores por medio de sus organizaciones sindicales una amplia participación en la política económica y social.
Incluso el régimen de Mussolini estableció en abril de 1927 la «Carta del Lavoro» (Carta del Trabajo) que establecía una amplia gama de derechos en favor de los trabajadores.

El fascismo instituyó una organización del trabajo basada en la existencia de sindicatos únicos por profesión, sometidos a un estricto control del Estado, al punto de ser consideradas entidades de derecho público.
El sindicato no sólo perseguía fines económicos sino culturales y patrióticos. Los sindicatos se agrupaban en 4 confederaciones que abarcaban todas las actividades económico-sociales del país, que integraban organismos mixtos con otras 4 confederaciones empresarias.
Esta conjunción daba lugar a las corporaciones, cuyo consejo nacional era algo así como el estado mayor de la economía italiana.
El nazismo adoptó varias de las ideas del corporativismo pero se diferenció fundamentalmente por su pensamiento anticristiano y racista.
Ambos regímenes cayeron estrepitosamente con su derrota en la Segunda Guerra Mundial, aunque varios países imitaron tanto la estructura laboral como el sistema dictatorial (Portugal de Antonio Salazar, España del «Generalísimo» Franco).
Cabe acotar que Juan Domingo Perón también se manifestó simpatizante del fascismo, y de hecho el “modelo sindical argentino” es –indudablemente- tributario de esa ideología.

NEO-LIBERALISMO

Como directa consecuencia de la crisis energética que en la década de los «70” afecta seriamente las economías de los países industrializados, resurgen las ideologías que culpan a la intervención del Estado como causante de todos los males al “alterar morbosamente las leyes del mercado”.
Esas ideologías tienen su correlato en el ámbito laboral en las ideas de «flexibilización» que más adelante analizaremos.
En 1962 la Universidad de Chicago publicó la obra «Capitalismo y Libertad» que junto con «Libertad de Elegir» conforman un poco la «Biblia» de este nuevo dogma. Su autor Milton Friedman, en colaboración con su esposa Rose, fue galardonado, en 1976, con el Premio Nobel en Materia Económica.
Friedman formula una reivindicación expresa de Adam Smith y una encendida crítica al Estado de Bienestar propulsado por el presidente norteamericano Franklin Delano Roosevelt.
En el ámbito de las relaciones laborales Friedman sostiene que el secreto del crecimiento de la clase obrera en Estos Unidos obedece a la vigencia del mercado libre, formulando una encendida crítica a las asociaciones sindicales (en especial a las que nuclean a los médico).
Con una especie de efecto «dominó» los distintos países han ido abandonando distintas funciones del Estado en el entendimiento de que la mayoría de ellas resultarán más eficientemente administrada en manos privadas.
Este es indudablemente un tema polémico, sobre el que -a la luz de la experiencia argentina- cada uno debe tener su comprometida opinión.

NEO-CORPORATIVISMO

En algún viaje al extranjero nos sorprendieron los profesores italianos que hacían referencia constante y no peyorativa al «Neo-Corporativismo».
Luego de hacerles notar nuestra sorpresa entendimos que para ellos tal palabra no contiene una carga emotiva o peyorativa como en Latinoamérica.
En una oportunidad el Profesor Gino Giugni (ex Ministro de Trabajo de Italia y ex Senador por el Socialismo) nos explicó que con el término Neo-Corporativismo sólo se hace referencia a los mecanismos tripartitos de negociación y participación entre el Estado y las organizaciones obreras y empresarias.
La principal diferencia es que estas organizaciones son independientes del Estado.
A diferencia del liberalismo o del neo-liberalismo, el Neo-Corporativismo propugna la participación de los actores sociales y la concertación para la elaboración de las políticas del Estado.

Ello ha dado lugar en la mayoría de los países de Europa a la celebración de «Pactos Sociales» y a la creación permanente de organismos de concertación como el  «Consejo Económico-Social». 

REUNION ANUAL DE PRESIDENTES Y SECRETARIOS GENERALES DE C.E.S. DE LA UNION EUROPEA Y DEL COMITE ECONOMICO Y SOCIAL EUROPEO -CELEBRADO EN LA CIUDAD DE MADRID, ESPAÑA EN EL AÑO 2016-

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