
POR ALBERTO CORTES
Las direcciones en que se mueven la política nacional e internacional del actual Gobierno Argentino resultan bien diferentes de las tendencias de la situación Mundial.
El Presidente Ruso, inmediatamente después de inaugurar su nuevo mandato, acaba de realizar una nueva visita oficial a Beijing –la segunda en menos de un año-, habiendo estado el Presidente Chino en Rusia un año atrás. En estas reuniones se profundizaron las relaciones en temas económicos y militares.
EE.UU. venía presionando a Europa, desde antes de la Guerra de Ucrania, para bajar el nivel de sus relaciones económicas con Rusia y con China. Si hay algo que las Elites Norteamericanas temen más que a Satán, es a la Unidad del Continente Euroasiático, que daría a esa región un peso global que eclipsaría –al menos en lo económico– el poder hegemónico que los EE.UU. adquirieron en el mundo, en especial desde la disolución de la U.R.S.S. en 1991, y hasta la segunda década de este siglo. Un dominio del planeta que ni siquiera Adolfo Hitler había imaginado en sus más trasnochadas megalomanías, pero que los EE.UU. concretaron.
El Poder Norteamericano se venía forjando desde la primera mitad del Siglo XIX, cuando se apoderaron por la fuerza de la mayor parte de su territorio actual usurpándoselo a México y a los pueblos originarios, y realizando una inesperada y espectacularmente lucrativa operación inmobiliaria con Francia, al comprarle la Luisiana. Las producciones agrícolas del sur, basadas en la sangre de los Esclavos Afroamericanos, no sólo enriquecían a la oligarquía sureña, sino que también estaban estrechamente entrelazadas con las industrias y las finanzas del norte. La separación de varios estados del Sur, tras la elección de Abraham Lincoln (de quien temían, aboliera la esclavitud, a pesar de haber prometido -contra sus convicciones- que no lo haría), provocó la Guerra de Secesión, el conflicto con más estadounidenses muertos hasta hoy. La Guerra fue por la separación y no por la abolición del esclavismo, ya que hubo incluso 4 estados esclavistas que participaron por el bando norteño. Fue la propia dinámica de la contienda la que llevó finalmente a la abolición formal de la esclavitud.
Desde antes, durante la guerra, pero particularmente después de ella, se produjo el desarrollo de la industria norteamericana y su rápida monopolización de la mano de un grupo de grandes multimillonarios, como Vanderbilt, John P. Morgan, Rockefeller, Du Pont y luego Carnegie y Ford, entre otros; en áreas como transporte y ferrocarriles, petróleo, químicos, electricidad, acero y automóviles.
Forzando la entrada de EE.UU. a la Guerra de Independencia de Cuba, cuando los Independentistas Cubanos la estaban ya ganando, y aprovechando la temprana muerte del Líder Cubano José Martí (quien tenía muy clara la amenaza que los EE.UU. significaban para su patria), se apoderaron de los restos del imperio español en América y Asia.
Las dos Guerras Mundiales, pero muy especialmente la Segunda, les permitieron un gran salto en su poderío mundial, aprovechando la destrucción de Europa y Gran Bretaña, el declive de ésta como dueña de los mares, la imposibilidad que tenían ambas de mantener sus imperios coloniales en los términos que traían, y el enorme crecimiento durante el conflicto del poder militar y las industrias armamentistas en los EE.UU., armas nucleares incluidas.
Hasta la década de 1980, ese poder estadounidense se establecía sobre una gran parte del mundo, pero en disputa con otro poder: el de la Unión Soviética y aliados, que en la década de 1960, parecía destinada a superar a los EE.UU. en casi todos los terrenos: Había sido el país más destruido y con muchísimas más bajas que cualquier otro en la 2ª. Guerra. Había tenido que reconstruirse sola, sin Planes Marshall, como los que EE.UU. habían brindado a Europa Occidental y otros similares a Japón; y a pesar de ello llevaba la delantera en la carrera espacial y muchos aspectos de su economía. Sin embargo, la incapacidad de una dirigencia formada en las rigideces del Stalinismo para adaptarse a los cambios de las nuevas fuerzas productivas (en especial tecnologías como la microelectrónica y otras) hicieron realidad la previsión de Marx en el sentido de que cuando las relaciones de producción (en este caso el modelo de Socialismo Eurosoviético) pasan a trabar el desarrollo de las fuerzas productivas, éstas terminan llevándose puestas a esas relaciones de producción (es decir al modelo de desarrollo económico predominante en esa sociedad).
Disuelta la U.R.S.S., el poder norteamericano pasó a controlar todo el planeta, con muy pocas excepciones. No sólo se trataba de la primera economía mundial. Controla la mayor parte del sistema financiero planetario (al punto de poder dejar sin bancos al que se aparte de sus designios), en particular por la aceptación del dólar (incluso sin el respaldo oro que Nixon le quitó en 1971) como moneda de intercambio y reserva de valor. Tiene poder de veto en organizaciones internacionales como el F.M.I. Posee por muy lejos el mayor presupuesto bélico, muchísimas más bases militares en todo el planeta que cualquier otro país, incluidas muchas en lugares completamente apartados de Washington. El lubricante esencial de toda esa maquinaria es un poderosísimo sistema de propaganda, que incluye desde agencias como Associated Press y muchas otras; Hollywood; hasta más contemporáneamente META, X, Google, etc. Como ejemplo, en 2021, el Canciller Cubano Bruno Rodríguez desafió a Twitter a que desmienta que la mayor parte de los mensajes que convocaban en julio de ese año a las protestas en Cuba, en realidad partían de los EE.UU., pero que esa empresa había alterado los sistemas de geolocalización, para que parecieran provenir de Cuba. No hemos podido hasta hoy encontrar ningún desmentido por parte de la compañía.
El crecimiento económico, tecnológico y finalmente militar de China desde las últimas décadas del siglo pasado; y el renacimiento de Rusia, con Putin, desde el 2000, no sólo, pero en especial militar; junto con el desarrollo de otras potencias regionales que nunca se subordinaron o ya dejan de subordinarse a EE.UU., como la India, Turquía, Irán, Arabia Saudita y otras, marcan claramente el declive relativo de esa hegemonía norteamericana en el planeta, desde hace una década.

La desesperación de sus sectores dirigentes por frenar esa decadencia, y sobre todo por sabotear o impedir las relaciones de su vasallo Europa con Rusia y China, llevó a EE.UU. a presionar de todas las formas posibles a Europa para bajar y no aumentar sus compras de gas a Rusia, saboteando incluso los gasoductos Nordstream; provocar a Rusia en Ucrania, en alianza con los sectores nazis de la misma, hasta lograr producir la actual guerra (que claramente va perdiendo Ucrania, siendo probable que traten de esperar hasta después de las elecciones norteamericanas para sincerar la situación); tratar de impedir que más países europeos se comprometan con la nueva ruta de la seda, etc. La mayoría de esos esfuerzos han sido estériles y, por ejemplo, el intento de ahogar económicamente a Rusia con las ilegales y mal llamadas “Sanciones”, ha dado como resultado que aumente sideralmente el comercio de ésta con China, la India y otros países (y que crezca económicamente Rusia, mientras retrocede Alemania); la guerra tecnológica y de aranceles contra China, que ésta acelere el desarrollo de más tecnología propia, etc.
Carlos Menem, de quien Milei acaba de inaugurar un busto y deshacerse en elogios, comenzó una política análoga a la actual en muchos sentidos; justo en el momento en que los EE.UU. quedaban como los dueños del mundo. La política de las “relaciones carnales”, aunque reaccionaria y antinacional, tenía su razón de ser.
Milei, en cambio, elige volver a poner a la Argentina como furgón de cola de los EE.UU., justamente cuando éstos pierden poder relativo en el mundo. Se ha peleado con todos los Presidentes Latinoamericanos que pudo, para satisfacer los intereses norteamericanos que desean ver la Unidad de Latinoamérica lo más lejos posible. Se la pasa viajando con plata de los argentinos por el mundo para periplos particulares para juntarse con personajes marginales de la ultraderecha mundial, o bien con otros que le palmean la espalda, pero no le ofrecen nada en concreto en momentos en que la carencia de divisas es cada vez más preocupante para las posibilidades del Plan Mileísta. La única ficha que podría salirle bien sería un eventual triunfo de Trump en las Elecciones Norteamericanas. Pero hasta Trump representa una versión nacionalista de la política estadounidense, que difícilmente acuerde grandes concesiones prácticas a la Argentina, país que además tiene hoy como principales socios comerciales a Brasil y China, y no a EE.UU.
Salvo algún milagro que hoy no está a la vista, la marcha del planeta no parece estar hoy entre las “Fuerzas del Cielo” que Milei espera ayuden al triunfo de su Gobierno.
