CONFIDENCIAS A UN NIÑO CARTONERO

POR RODY PIRACCINI [*]

Ahí va el Niño Cartonero, empujando la vida y un carro lleno de cartones impregnados de injusticia y decepción. ¿Tendrá diez años?, tal vez menos pero resultan más en la infancia crecida de apuro; clausurada la exigencia escolar, cuando la panza obliga.

Postergó los libros y los juguetes, para trocar cartones por monedas, sin descifrar aún cuál fue su pecado. Lo suelen ver en el barrio Hernández, por calle Güiraldes cerca del arroyo. Lo suelen ver, aunque en realidad nadie lo ve; algunos porque tienen el alma y los ojos empañados de lágrimas, y otros, porque enfurecidos con los planeros, discursean Meritocracia, critican al Gobernante que les da asistencia, y se enfurecen cuando ven a alguno de ellos con celular nuevo.

Mientras me pregunto cómo será su cama -y su futuro-, el Niño Cartonero se empeña en recorrer las periferias, intenta recoger cartones y esperanzas, aunque ya presiente que las monedas obtenidas no alcanzarán para terminar de saldar una deuda que nunca contrajo. Ni siquiera alcanzan para las zapatillas con las que sueña, en sus pequeños sueños infantiles.

¿Sueñan los pibes pobres, cuál será el cielo de sus fantasías?
Peregrina las calles de tierra, con una sonrisa tibia que oculta las penas hondas, y camina en procura de un mimo o de una caricia, exhibiendo la astucia propia de los pibes de arrabal, los que no saben de ahorros pero conocen o inventan los vericuetos de la aventura, correr junto a su perro y trepar la planta de mandarinas.

No sé si es de Boca, o de San Lorenzo, ¿qué importa?, pero intuyo que le gusta el fútbol, y mientras junta cartones, se ilusiona con el picado del sábado a la tarde, aunque para los chicos pobres no abundan los días lindos; porque aunque haya sol igual serán días nublados por la tristeza de las privaciones.

Y ahí va, con su sonrisa y su carro; se imagina pateando la pelota gastada en la canchita despareja; gastada y despareja, como cada una de sus noches, tan llenas de comida que falta, masticando bronca, cuando el hambre sobra.

No comprende el Niño Cartonero por qué las ciudades se han dividido -dramáticamente- en asentamientos y en barrios privados, donde unos juntan lo que otros tiran, y a muchos les falta lo que a algunos les sobra. Tal vez piense en un Dios bueno que venga algún día a enmendar tanto desastre. Mientras tanto, con todo respeto, en nombre de aquellos a los que nos duele la Patria, querido Niño Cartonero yo te pido perdón, ¡MIL VECES PERDON!, por esta sociedad de mierda.

[*] Pergamino, Invierno de 2024

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