AYELEN (CUENTO BREVE)

POR FABIAN ARIEL GEMELOTTI

Ayelen tenía la piel blanca y el cabello negro y unos ojos que miraban con tristeza. Recuerdo esa tarde que Ayelen caminaba por el Parque Independencia y se sentó en un banco y las lágrimas caían por su rostro.
Esta es la historia de una mujer hermosa que alguna vez iluminó mi vida.

Mi nombre no importa pero sí el año. Estamos en la primavera de 2045 y estoy sentado en el mismo banco en que se sentó Ayelen ese día de primavera de hace tantos y tantos años. Soy un anciano de 80 años y me viene a la memoria el rostro de esa mujer de pelo negro y piel tan blanca. Me viene a la memoria su sonrisa y su paz, porque esa mujer me dio paz. Quizás fue un gran amor, pero ella nunca se enteró.

Acá estoy sentado en el banco del Parque Independencia. Pasa una joven de pelo negro y piel muy blanca y me recuerda a Ayelen. Recuerdo ese día y me veo caminando y sentarme a su lado y ver su sonrisa de paz. Ese día de primavera la veo llorar y mi corazón acelerar porque yo la amaba. Ese día toco su rostro y las lágrimas mojan mi mano. No me animé a más porque tenía miedo de ofenderla con mis manos tocando sus labios y amargar esa tristeza.

La veo todavía en sueños. Esa mujer que me daba paz y amor llamada Ayelen. La quise tanto que mi corazón débil por los años se puede detener en este instante.
Agarro una rosa de los jardines del Parque Independencia y la pongo junto a mis piernas. Veo pasar dos autos voladores y a chicas jóvenes caminar con esos trajes transparentes que dejan al descubierto su desnudez. Ya soy viejo para admirar la belleza femenina pero todo me recuerda ese instante ahí sentados en el banco.

Una pareja joven me está mirando y avanza el muchacho hacia mí. Se detiene y me mira fijo. Me comunica la orden que le dieron de matarme. Es la Ley y contra la Ley nadie puede hacer nada. En la Argentina se aprobó en el segundo mandato del ex Presidente Milei la Ley de eliminar a los ancianos. Por cada anciano eliminado los jóvenes reciben un millón de dólares. El joven saca un arma y me dice que va a matarme y enviarme al segundo mundo. Estoy decidido a morir. Es la Ley y nadie puede oponerse a la Ley.

La muerte me espera y quizás en el segundo mundo pueda encontrarme con Ayelen porque estamos destinados a la Eternidad.

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