
POR ALBERTO CORTES
La Elección Presidencial en Venezuela, la Número 31 en los 25 años transcurridos desde la llegada de Hugo Chávez al poder; constituyeron una nueva oportunidad para que la ultraderecha –que es parte, pero no la totalidad de la oposición– tensara de diferentes formas el proceso político de ese país.
En esos 25 años, el país con las más grandes reservas petroleras certificadas del mundo -superiores a las de Arabia Saudita- y grandes yacimientos de hierro, oro, bauxita y varios minerales, además de otros importantes recursos naturales, fue el objetivo indisimulado de la codicia norteamericana. El Ex Presidente Trump afirmó, por ejemplo: «Cuando me fui, Venezuela estaba a punto de colapsar. Nos hubiéramos apoderado de ella, nos hubiéramos quedado con todo ese petróleo».
La Revolución Bolivariana, comenzada por Chávez, ha sido claramente el mayor obstáculo a esa codicia y objeto de múltiples intentos de derrocarla. Algunos por vías legales y democráticas,… y muchos más por vías ilegales y antidemocráticas. El más notorio e imposible de disimular (como sí son disimulados, negados, ignorados o disfrazados de otras cosas los demás intentos), fue el golpe de Estado de 2002, en el que Chávez fue detenido por 3 días; preparándose su asesinato; hordas fascistas asediaron y agredieron a numerosas personas e instituciones asociadas al chavismo; un dirigente empresario (Pedro Carmona) fue nombrado presidente y se disolvieron los cinco poderes del Estado (La Constitución Bolivariana agregó a los tres poderes tradicionales; como también independientes, un poder electoral y otro ciudadano), las gobernaciones, alcaldías, etc.
Es decir, Carmona asumió LA SUMA DEL PODER PÚBLICO. Si ello hubiera ocurrido en la Argentina, estaría previsto en el Art. N° 29 de la Constitución que dice que “Actos de esta naturaleza llevan consigo una nulidad insanable, y sujetarán a los que los formulen, consientan o firmen, a la responsabilidad y pena de los infames traidores a la patria”. Cabe consignar que ese hecho se perpetró a través del aval de unos pocos cientos de personas. El nombre de al menos una de las firmantes repercute hasta hoy: María Corina Machado. Más tarde, se reuniría con el Presidente Estadounidense Bush, en la Casa Blanca.
Los autores de este gravísimo delito fueron luego amnistiados por Chávez, quien había sido repuesto en su cargo por una enorme movilización popular y también militar, que fue absolutamente ignorada e invisibilizada por los medios de comunicación, que eran una pieza central del golpe. Los Gobiernos de EE.UU. y España –conducido por entonces por el conservador de origen fascista Aznar– reconocieron de inmediato al efímero “Gobierno”.
En 2013 murió Chávez, supuestamente por cáncer, pero con muchas sospechas de haber sido inducido por algún mecanismo secreto. Había habido 26 intentos frustrados de asesinarlo, y cabe recordar que, contra Fidel Castro, hubo más de 600, en general de la CIA, muchos de los cuales habrían pasado por una muerte natural, de haber sido exitosos.
Antes, y sobre todo después de la muerte de Chávez, se sucedieron todo tipo de intentos de desestabilización, económicos, políticos, militares y diplomáticos. En 2015 Obama emitió una orden ejecutiva (o decreto) donde definió a Venezuela, como: “amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional y la política exterior de los Estados Unidos de América”.
Es evidente que un país del tamaño y características de Venezuela nunca podría ser una amenaza a la legítima soberanía de una superpotencia mundial como los EE.UU. Ahora bien: Si se computan las ilegítimas pretensiones de los Gobiernos Estadounidenses de dominar a su antojo a toda América Latina y el Mundo (todo lo cual consiguieron durante un tiempo, pero ahora están perdiendo), las cosas cambian: Venezuela, como ejemplo de la posibilidad de sacarse de encima la tutela norteamericana, como estímulo a otros Gobiernos del área en igual dirección, como se vio en el rechazo al ALCA, en Mar del Plata en 2005; y como partícipe de un mundo multipolar, donde países de diversas ideologías y sistemas vienen dejando de lado la supremacía norteamericana sobre el planeta, es ciertamente un problema para EE.UU. Máxime si no les permite seguir saqueando, por monedas, sus inmensas riquezas, como hasta 1999.
El decreto de Obama fue el disparador de un conjunto de medidas unilaterales, violatorias del Derecho Internacional, mal llamadas “Sanciones” –hoy más de 930– del Gobierno Norteamericano. Este, aprovecha su dominio de una serie de resortes comerciales y especialmente financieros, para agredir económicamente a otros países, buscando hambrear a sus poblaciones, desabastecerlos de alimentos y medicinas, y promover la pérdida del apoyo de sus poblaciones a sus gobiernos, para finalmente derrocarlos y remplazarlos por otros dóciles al país del norte. Esta estrategia está claramente explicitada en el memorándum del 6 de abril de 1960 de Lester D. Mallory, Vice Secretario de Estado Asistente para los Asuntos Interamericanos, para el caso de Cuba; pero se sigue aplicando contra Cuba, contra Venezuela y contra varios países más del mundo, siendo emblemático el caso de Chile, donde culminó con el golpe de Estado contra Allende en 1973 y el establecimiento por décadas de una sangrienta dictadura.
El Gobierno de Chávez (continuado en muchos aspectos, como el de la vivienda, por el de Maduro), apalancado en la renta petrolera que gobiernos anteriores no habían utilizado en favor del pueblo; generó un enorme proceso de inclusión social como jamás había vivido Venezuela y pocos países en el mundo. Además, ayudó económica y energéticamente en un grado muy importante a otros países pobres, especialmente del área caribeña; y hasta a las poblaciones pobres de los EE.UU.
Luego, el sabotaje económico de sectores de la burguesía descontentos con sus políticas y posiblemente errores en la gestión económica, comenzaron a producir un deterioro de la economía y de las condiciones de vida del pueblo. Se discute cuáles han sido los determinantes y posiblemente haya combinación de ambos. No olvidar, por ejemplo, que en la conducción de la estratégica compañía petrolera PEDEVESA, se han producido dramáticos cambios en estos años, con graves acusaciones de corrupción a las direcciones anteriores.
Allí aprovecharon los EE.UU. la crítica dependencia de la economía venezolana del petróleo (96% de sus exportaciones, principalmente a EE.UU.) y su propia hegemonía (declinante) sobre la mundial, para descargar todo tipo de impedimentos sobre el comercio y las finanzas del país, buscando y logrando un nivel asfixia muy importante, haciendo insoportable para muchos venezolanos la vida diaria y forzándolos a la emigración. También robando sus riquezas en el exterior como la empresa CITGO, con numerosas estaciones de servicio en EE.UU.; y el oro venezolano depositado en su aliada Gran Bretaña.
Sin embargo, tras una situación muy crítica, que incluyó una hiperinflación de varios años, la política económica implementada en los últimos –que incluyó acuerdos con sectores de la burguesía– logró bajarla drásticamente (1% de inflación mensual el mes pasado, un cuarto de la argentina) y por primera vez en tal vez un siglo, desarrollar otras actividades económicas distintas de la petrolera, consiguiendo el casi autoabastecimiento, en especial de alimentos. La Economía Venezolana es una de las de más rápido crecimiento en este año y el pasado. No obstante, los salarios continúan todavía extremadamente bajos y, a pesar de la ayuda estatal, la mayoría se ve obligada a muchas changas y cuentapropismo, uber, etc. La seguridad ciudadana –una vieja deuda de la Revolución Bolivariana– ha mejorado notablemente como ha reconocido nada menos que Donald Trump. Son muy importantes, además, los mecanismos de participación popular en las decisiones del Estado desarrollados en los últimos años, más allá de las elecciones propiamente dichas.
En paralelo al bloqueo económico de EE.UU., se impulsaron acciones violentas, como los disturbios callejeros o “guarimbas”, de 2014 y 2017; en el curso de las cuales opositores quemaron vivo al joven Orlando Figueroa –porque les parecía chavista-, desnucaron motociclistas con cables tensados entre columnas a través de calles, etc. Para la mayoría de la prensa internacional, estos eran contabilizados como víctimas de la represión policial junto con otras que sí eran producidas por el accionar (tanto legítimo como ilegítimo) de las fuerzas de seguridad. Cabe señalar que centenares de miembros de estas han sido procesados y encarcelados por los excesos, por la propia justicia venezolana.
El chavismo ganó legítimamente 28 de las 30 elecciones nacionales o plebiscitos anteriores, y la mayoría -pero no todas-, las estaduales y municipales, de estos años. La oposición prácticamente siempre reconoció las que ganó y denunció como fraudulentas casi todas las que perdió, boicoteando además otras.
En esta ocasión, el Consejo Nacional Electoral (C.N.E.), después de haber sufrido varios ataques informáticos, entregó, en el tiempo aproximadamente esperado, resultados globales que daban ganador a Maduro, pero no los detallados de cada centro de votación. Legalmente tiene 30 días para hacerlo, pero es evidente que debería ser mucho más urgente, por razones de credibilidad de la elección.
Hay que señalar que la oposición que, en 2015 por ejemplo, se unificó y logró ganar las legislativas; se ha ido diferenciando ya definitivamente entre los grupos de ultraderecha fascista, muy vinculados a EE.UU. (Corina Machado, Leopoldo López, Guaidó) y otros que emprendieron caminos más dialoguistas. En esta elección, por ejemplo, hubo un candidato oficialista (Nicolás Maduro), uno de ultraderecha (Edmundo González, que oficiaba de marioneta indisimulada de Corina Machado, inhabilitada por sólo alguno de los múltiples delitos cometidos) y ocho de la oposición dialoguista. Varios de éstos, aceptaron el informe de la C.N.E., mientras que la ultraderecha denunció fraude.
Gobiernos irresponsables, como el de Milei y otros, se plegaron sin más al relato de la ultraderecha. Otros del mundo, reconocieron la proclamación realizada y EE.UU., Brasil, Colombia y México, reclamaron la publicación de toda la información. El partido de Lula, sin embargo, reconoció después el triunfo de Maduro. En la O.E.A., Milei & Co. fracasaron en su intento de obtener una declaración, por su insistencia en incluir planteos abiertamente injerencistas.
Se realizaron masivas manifestaciones pacíficas de uno y otro lado.
Pero, además, hubo otras “expresiones” nada pacíficas. Ya durante la campaña electoral se detuvo a dos miembros de Vente Venezuela (el partido de Machado), con pistolas, a 20 metros del lugar donde estaría Maduro. Hubo otros intentos de asesinato desbaratados (en 2018 hubo un atentado con drones, a la vista de todos, y que no obstante ello, fue negado por la prensa “independiente” internacional por meses, antes de empezar a reconocerlo). Un mes antes de esta elección, se descubrió que habían cortado el 10% de los cables que sostenían un gran puente sobre el Río Orinoco, con la obvia intención de hacerlo caer. Se realizaron numerosos ataques y planes de ataques contra la red eléctrica. A un colaborador de Machado se le encontraron miles de elementos sustraídos de esa red, con el doble propósito de sabotaje y robo; y su detención fue presentada por ese sector como un “prisionero político”.
Inmediatamente tras la elección, grupos vandálicos quemaron comisarías, locales del oficialismo (arrojando a una persona desde el último piso en uno de los casos), grúas de empresas de servicios, escuelas e instalaciones de salud, asesinaron a un policía e hirieron a 77, etc. Se supone que hay muertos también entre los “manifestantes”. Este número es más incierto, ya que hubo al menos un individuo al que, tirado al piso, le rociaron un líquido rojo y a continuación lo presentaron en las redes, como asesinado por la policía. Después se levantó y se retiró en moto. Ahora el “muerto” está preso. Maduro citó, con nombre y apellido, a una pequeña emprendedora que apoyaba a la oposición e igual le quemaron su negocio.
El Gobierno denunció que (aunque había antecedentes de accionares similares a estas, claramente terroristas), en esta ocasión, por primera vez, la oposición violenta había articulado su plan con algunos de los grupos del crimen organizado (llamados allí “Trenes”) más conocidos. Por ejemplo, el Tren de Aragua. Detenidos confesaron ante las cámaras haber sido traídos desde Colombia, dos meses antes, y pagados para participar en estos hechos. También se denunció el uso de drogas. Se informaron más de mil detenciones, y en muchos casos se exhibieron videos de los hechos y luego fotos de los supuestos autores, detenidos. En noches posteriores, la violencia disminuyó.
El Presidente denunció públicamente, con detalles, una reunión realizada en Washington el mismo día de la elección, entre el Departamento de Estado y líderes de la ultraderecha. De ser reales estos datos mostrarían la eficacia de los sistemas de inteligencia del Gobierno. No por nada sobrevivieron 25 años a todos los intentos desestabilizadores.
EE.UU. fracasó, en los años precedentes, en los diversos intentos de derrocar a la Revolución Bolivariana, mediante magnicidio, invasión de mercenarios, sabotaje, etc. El propio Trump se arrepintió de haber escuchado a sus consejeros que lo empujaban a la aventura Guaidó. Tanto demócratas como republicanos lo pensarán probablemente dos veces antes de dejarse arrastrar nuevamente por los fascistas venezolanos a algo parecido. Además, si no quieren aumentar la demanda del petróleo ruso, necesitan comprar el venezolano. La ultraderecha (interna y externa), intenta convocar a las Fuerzas Armadas para derrocar al gobierno. Pero esto –que ya ha fracasado varias veces-, parece muy difícil también ahora. Provocar eso es el objetivo central de la violencia desatada, que ya va siendo controlada.
El Miércoles 31, el Presidente Maduro presentó ante el Poder Judicial una solicitud para que investigue, tanto el Proceso Electoral –ofreciendo desde el partido oficialista el 100% de las actas electorales e instándolo a solicitar las suyas a los otros 37 partidos y 9 candidatos-, como los actos de violencia.
La situación está en curso. Lo que se juega es sin dudas muy importante para Venezuela, América Latina y el Mundo.

