LA ERA MILEI (PARTE VIII)

POR FABIAN ARIEL GEMELOTTI

Como entretenimiento me puse a escribir estos ocho artículos sobre la era Milei; no me gustaron ninguno. Por eso voy a tratar de ejercitar en este último artículo algo de lo que sí me atrae y que es la ciencia ficción distópica o la antiutopía.

Hay novelas que se podría decir que «predicen» el futuro; aunque sabemos que el futuro nadie puede predecirlo. El futuro se construye con el pasado y el presente. Hablar de predicciones es caer en el pensamiento mágico, y se corre el riesgo de quedar sumergido en una religiosidad laica. Los novelistas de ciencia ficción pueden ver el presente como no lo pueden ver otros, no tienen el arraigo del político que no es un intelectual y ve todo parcial y en forma muy «real». O el arraigo del médico o el científico de las ciencias naturales. El novelista de ciencia ficción despliega una imaginación propia y no le pide permiso a la sociedad para contar una historia.

Tenemos a H. G. Wells que junto a Julio Verne son los padres de la ciencia ficción; Wells con sus viajes del tiempo y esa cosa de ver al futuro como algo negativo en la vida humana. Y a Verne con su visión positiva en sus primeras novelas que después de «viejo» cae en la melancolía de un mundo capitalista que usa la tecnología para bienestar de un grupito nada más. Son dos visiones diferentes que se unen en un punto: la ciencia ficción sirve para narrar el presente y poner en órbita a la humanidad en sus defectos y perfecciones. Ya Mary Shelley y su monstruo crea un universo donde el monstruo somos nosotros y no esa creación de un científico que busca ser Dios.

Los escritores son como Dios, crean a sus personajes a su imagen y semejanza y les dan libertad de acción. No soy creyente pero me gusta tomar este ejemplo de la mitología religiosa, que es muy rico en palabras. «Dios juega a los dados», solía decir Einstein. No creo que el Dios de la mayoría juegue a los dados, pero sí a las cartas del tarot.

Philip K. Dick en El hombre en el castillo nos trae una entropía donde la sociedad nazi ha ganado la guerra y hay un libro que nadie conoce y tiene la solución para una revolución (derrocar a los nazis); en el castillo vive ese hombre extraño que escribió ese libro, alejado de la humanidad porque vive oculto de las fuerzas represivas.

Después tenemos a Richard Matheson y sus hombres solitarios como en Soy leyenda y en El hombre menguante, apocalipsis que llevan a una destrucción masiva y donde lo subjetivo juega un papel importante en la toma de decisiones. Los monstruos internos se evaporan en medio de la soledad. Y a Úrsula K. Le Gun y su visión de mundos sin géneros sexuales definidos y donde los géneros se pueden modificar biológicamente. Una adelantada a la modernidad Siglo XXI donde ya nadie osaría plantear géneros en las personas y donde se respira cierta libertad sexual aunque sea en teoría. Lovecratt y sus mundos fantásticos. Y tenemos al genio de Isaac Asímov, el cual merece un escrito pero lo vamos a dejar para otro momento.

Pero vamos a dejar a un lado a los grandes del género para detenernos en dos novelas fundamentales para pensar el presente. Un mundo feliz de Aldous Huxley y 1984 de George Orwell.

La primera es publicada por primera vez en 1932, época en que la ciencia ficción era vista como un pasatiempo y no un género importante. ¿Qué dice la novela? La novela empieza en el año 632 (2540 en el calendario gegoriano) donde un grupo de estudiantes visitan la central de acondicionamiento de Londres. Un científico les nuestra las técnicas de reproducción artificial. Esa reproducción condiciona a las personas desde su nacimiento y las adapta a las condiciones sociales que van a vivir en su adultez. Las personas se condicionan desde Alfa (serán los futuros dirigentes políticos) a los épsilon que serán los que realizarán los trabajos repetitivos y que las personas con mejores condicionamientos no realizan.

Hay un gran Estado Mundial donde cada persona ocupa un lugar determinado desde el nacimiento. Por medio de la hipnopedia, enseñanza durante el sueño, se inculcan consignas a las personas. Así el Estado Mundial puede lograr la felicidad de las personas. La tristeza, melancolía y depresión no afectan a los humanos. Y para mantener estados de euforia y autoestima la gente consume una droga llamada soma. No hay libertad de expresión porque el pensamiento no es subjetivo sino colectivo. La sociedad está masificada en estamentos sociales bien determinados. No voy a desarrollar ni contar la novela porque las novelas se disfrutan leyendo.

Ahora pasemos a 1984. La sociedad vive en un régimen totalitario en la Franja Aérea 1. Es un estado colectivista llamado Oceanía donde se divide en la burocracia dirigencial; el circulo interior del partido; y el proletariado que tiene cierta libertad y vive entretenido en pasatiempos que los mantienen alienados y les anula el yo. En esta sociedad colectivista tanto los miembros del partido externo como los interiores (los funcionarios menores y empleados) viven en una estricta vigilancia y están sometidos a una propaganda constante que los asfixia hasta transformarlos en personas sin capacidad de pensamiento propio.
El personaje principal de la novela es Winston Smith que trabaja en el Ministerio de la verdad (es como un trolls moderno de redes sociales). Reescribe la historia modificando hechos en pos de la verdad del Partido.

El Partido, por medio de su líder El Gran Hermano, controla el lenguaje por medio de procedimientos publicitarios enfocados en «lavar el cerebro» de la población trayendo confusión y una «verdad única» donde no existe lo subjetivo. La finalidad de la propaganda es eliminar el yo y que las personas estén masificadas en aceptar todas las «verdades» elaboradas por el Partido. No voy a contar toda la novela, hay que leerla y disfrutarla y cada cual sacará su conclusión.

¿Por qué en este artículo final sobre Milei hablo de ciencia ficción? Acá debemos ver dos puntos: redes sociales y manipulación informativa y unificación del pensamiento. Y el otro punto es «la felicidad contra la crítica que es vista como negatividad».
El Gobierno de Milei tiene dos logros muy importantes para gobernar. Logró manipular a la población en una estricta vigilancia del pensamiento con su ejército de trolls en redes sociales y medios televisivos. Los medios son como la pantalla de Gran Hermano, controlan, manipulan y logran una unificación del pensamiento. Y el otro logro de Milei es muy parecido a Un mundo feliz, se logró «una felicidad sin crítica», quienes cuestionen las políticas de Milei caen en la «burla y la tristeza y en la no verdad».

Todavía la sociedad no llegó a condicionar seres humanos como en la novela de Huxley pero sí el Siglo XXI logró que la Inteligencia Artificial se vaya imponiendo como policía del pensamiento como un ser Orwelliano al servicio de la clase dominante.

¿Llegamos al futuro? No, estamos en el presente viendo el futuro que hace 90/70 años escribieron los visionarios de la ciencia ficción imaginando nuestro presente.

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