
POR MARIANO M. E. ROMANO
Si el lector viera la cantidad de veces que el cursor volvió a su inicio se volvería puto. Visto desde afuera la percepción que de mí tuviera el observador semejaría a ver a uno de esos dementes golpeando la cabeza en una celda acolchada. Pero precisamente he ahí la búsqueda en la misma inconformidad en la cual me hundo como un submarino alemán en las aguas del Mar del Norte y no fue sino en esas oscuras y heladas aguas en que hallé la inspiración como un kraken impiadoso.
El motivo de mi karma: El último libro de Fabián Ariel Gemelotti: “El inefable Doctor Klon”. Una vez más el polígrafo de Azcuénaga calienta mi mente con golpes de furca cargados de amor y sexo; de distopía y realidad, de pasión y anhedonia. Pares opuestos, engañosamente opuestos a simple viste, pero baste escarbar un poco y revelarse la maravillosa amalgama creativa que, como un pulpo negro, difícilmente te suelte y tú, querido lector, difícilmente quieras soltarte aunque reniegues de ello.
Esta nueva pieza literaria no es para lectores que pequen de hipócritas con lo que la lectura habrá de generarles. Deberán leerlo prescindiendo de toda moralina y de todo prurito evitando estúpidos aspavientos que marquen distancia entre lo leído y lo que hace lo leído en su sangre. Si así fuera, no leas esta literatura porque no es para ti como tampoco te corresponde ser lector de estos párrafos que desgrano con sumo placer.
Es que entiende, estimado lector, Fabián Ariel Gemelotti no escribe libros, él te está regalando su vida en cada una de sus creaciones vaciándose de sí mismo. Ingrato aquél que desprecie ese holocausto leyendo sin hacerse cargo de lo que la lectura genera en sus venas. Por eso, querido lector entrégate a ese llanto, a esa alegría, a la palpitación de tu erección o al derrame de tus fluidos que el recorrer del libro te provocan. Solo así podrías leer con plenitud este nuevo libro que aquí desmenuzo.
A través de nueve relatos el nuevo libro de Gemelotti discurre mayormente en escenarios del futuro y recuerdos del pasado que no hacen sino otra cosa que hablar con precisión quirúrgica de los tiempos contemporáneos. ¿Acaso podríamos decir que esos años futuros, 2248, 2099 o 2038 no son acaso contemporáneos o muy cercanos a juzgar por los precipitados y vertiginosos cambios que se suceden uno tras otro?
No es sino en ese juego del espacio-tiempo que Fabián propone en sus relatos que nos encontramos con la desnuda realidad que el presente nos pone frente a nuestras almas desamparadas donde la esperanza abandonó hace rato la caja de Pandora. Un relato del presente que se evade en líneas de tiempo como un juego de espejos que no reflejan ninguna luz de esperanza.
En forma de mujer, el amor y la muerte bailan en esa curva del espacio tiempo que recorre los relatos una danza que no termina de cerrarse entre el fuego del amor y el hielo de la muerte –sabemos que el infierno está en la Antártida -.
Nunca dejan de arder porque nunca dejan de morir. En el futuro las amadas mueren, pero no muere el amor y no muere el recuerdo. El amante, que recuerda nunca deja de morir porque dentro de sí hay una llama que nunca deja de apagarse.
