LA BIBLIOTECA DE BEATRIZ SARLO

BEATRIZ ELCIDIA SARLO SABAJANES (29/03/1942-17/12/2024)

POR FABIÁN ARIEL GEMELOTTI

Los intelectuales están en asfixia social. No se los valora, se los degrada constantemente. El caso Beatriz Sarlo, quizás la intelectual más grandiosa que supimos tener, nos da una pauta: el circo mediático sobre su departamento y sus libros y sus discos.

Beatriz tenía más de 30.000 libros y una colección de discos única en Argentina. Mucho de ese material apareció en las pocas librerías de viejo que quedan en Capital Federal, librerías que el tiempo fue pulverizando como se destroza y aniquila la cultura en una sociedad líquida.

Beatriz no deja testamento. Deja libros, discos y un departamento muy valioso. No hay herederos. Nunca tuvo hijos y no quedan familiares. Pero acá lo que interesa es el legado. Esos libros, comprados durante toda su vida, se van al polvo de librerías. Ese desprecio por la cultura es el desprecio de las multitudes.

Como en el filme noruego El inadaptado el intelectual argentino tiene una soledad abrumadora; golpes fuerte al alma. El encargado del edificio abre la puerta y se lleva obras y manuscritos y los comercializa. Se siente dueño. No hay herederos. Pero hay un legado de libros.

La muerte se lleva a las personas. Los objetos quedan. Los libros se desparraman. Se venden o se tiran. Pero los libros de Sarlo no son libros de saldo. Libros valiosos, traducciones de las mejores y primeras ediciones. Todo desaparece. Quedan retazos de papeles. Lo que queda irá a la nada.

El intelectual está como de más en un mundo aburrido. Dios es cruel con el intelectual. Pero Dios no colecciona libros.

La obra de Beatriz fue reeditada en algunos libros. Otros nunca se reeditaron. Pasarán al olvido porque el Estado no se preocupa por sus intelectuales. Y la calle, el tipo de la calle, ya no lee libros y vive sumergido en ese mundo de redes y sensaciones. La vida es cruel. O la vida se va quedando en ese legado cultural que son las bibliotecas personales. Pero las bibliotecas al morir su dueño se desarman y pasan al olvido.

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