
POR ALBERTO CORTÉS
En 1979 fue volteada en Irán la terrible Dictadura del Sha Mohammad Reza Pahlavi (impuesta por la CIA y el MI6, servicios de Inteligencia Estadounidense y Británico, respectivamente; tras derrocar en 1953 al Gobierno democráticamente electo de Mossadegh), por una Revolución popular, encabezada por clérigos islámicos, dado que éste fue el sesgo tomado en esa Nación Musulmana por la principal resistencia a esa Dictadura de perfil Occidentalizador y “Modernizador”.
Desde entonces, se estableció entre ese país y los EE.UU. una situación de tensión, prácticamente permanente. Esta se hizo aún mayor, por el apoyo dado desde entonces por el país persa a la causa de los palestinos, cuyos derechos son permanentemente pisoteados por Israel, el portaviones terrestre de los EE.UU. en Asia Occidental.
Los servicios de inteligencia Estadounidenses e Israelíes viven atribuyendo a Irán –con o sin fundamento– cuanto acto o complot de terrorismo –real o inventado– pueden, en diferentes regiones del mundo, incluida Argentina.
Así, el Programa Nuclear Iraní, fue acusado sistemáticamente por ambos países, de estar apuntado a la fabricación de bombas atómicas.
El Tratado de No Proliferación Nuclear (T.N.P.), firmado por 190 países (Irán entre ellos), en 1968, pretende impedir que otras Naciones (además de las 5 que ya habían detonado para esa fecha bombas experimentales), llegaran a poseer ese tipo de armas. EE.UU. fue la única del planeta en usarla, además, contra seres humanos, civiles en su gran mayoría. Dentro del Tratado, también Gran Bretaña, Francia, China y la Unión Soviética (o su heredera, la Federación Rusa), podrían poseerlas.
India y Pakistán no firmaron el Tratado, y cada uno de ellos fabricó bombas A, en la década de 1970. Israel tampoco lo firmó y es un secreto a voces que posee entre 90 y 200 ojivas. Algunos creen que el doble, o más.
Corea del Norte había firmado el Tratado. Pero en 2002, tras el ataque a las Torres Gemelas y la Invasión Estadounidense a Afganistán, el Presidente Estadounidense Bush, en su mensaje anual, catalogó como “Eje del mal”, a Irak, Irán y Corea del Norte, y se preparó para invadir Irak. Lo que hizo, al año siguiente, mintiendo al mundo sobre la supuesta tenencia de “Armas de Destrucción Masiva” por parte de ese país. Aunque, en realidad, sí las había tenido antes: Se las habían entregado los EE.UU. para usar en su guerra contra Irán en los 80. Pero ya no las poseían para la época de la Invasión Norteamericana.
Entre 1998 y 2007, Corea del Sur había desarrollado la “Política del Sol”, mejorando notablemente la relación entre las dos Coreas, comenzándose emprendimientos económicos conjuntos, reencuentro de familias separadas por la división en dos países y descendiendo notoriamente la histórica tensión entre ambas. Pero entonces, la explícita amenaza de Bush (que materializó en varios otros casos), cambió muchas cosas.
Así, en 2003, Corea del Norte abandonó el T.N.P., y comenzó el desarrollo de armas nucleares, logrando producirlas entre 2006 y 2009.
Tanto Corea del Norte como la del Sur, desde sus creaciones, han explicitado su vocación de unificar Corea. Cada una, según su sesgo ideológico. En este contexto, se produjeron varios hechos militares, de terrorismo, etc.; en ambas direcciones; siendo la mayor la Guerra de Corea (1950-53). Pero en cambio, no ha habido hechos militares hacia terceros países (Con excepción de roces con Japón por ensayos misilísticos en sus cercanías, e intercambios de amenazas con países que previamente habían intentado medidas ilegales en su contra. Corea del Norte, además, apoyó militarmente a Rusia cuando Ucrania contratacó en el conflicto entre ambas, penetrando territorio ruso. Pero sólo en esa jurisdicción, y en cumplimiento de un pacto de defensa mutua).
Aunque EE.UU. y otros países aplicaron “Sanciones” económicas a Corea del Norte (ilegales ya que, de acuerdo a la Carta de la O.N.U., sólo su Consejo de Seguridad tiene la potestad de hacerlo), nunca se le ocurriría a EE.UU. invadir a ese país (como hizo con decenas de otros países), ni bombardearlo (como acaba de hacer con Irán). ¿La causa?: Corea del Norte tiene armas nucleares y misiles intercontinentales. Todo indica que, precisamente para eso los tiene: Para salvaguardarse de que la ataquen, y no para las maléficas e indefinidas intenciones que la propaganda occidental le adjudica.
Irán, en cambio, se mantiene como firmante del T.N.P. y afirma que -por sus propias definiciones ideológicas, además del Tratado en sí- nunca desarrollará armas nucleares.
Pero sí lleva a cabo un programa que incluye el enriquecimiento de uranio. Este procedimiento, hasta bajos niveles de enriquecimiento, no sirve para bombas atómicas, aunque sí para diversas aplicaciones pacíficas.
En las primeras etapas de este programa, la desconfianza de varios países, encabezados por EE.UU., generaron tensiones que terminaron en la firma, en 2015, del Plan de Acción Integral Conjunto (P.A.I.C.), entre Irán, los 5 miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la O.N.U. y la Unión Europea; por el cual Irán se comprometía a ciertas restricciones al enriquecimiento de uranio, a cambio del alivio de “Sanciones” Económicas que algunos de esos países mantenían en su contra.
Israel se oponía, reclamando limitaciones mucho mayores, y Donald Trump (comprometido en alto grado con el lobby sionista, al punto de reconocer: como capital de Israel a Jerusalén, anexiones ilegales de ese país y otras medida asociadas; todas en abierta violación de las Resoluciones de la O.N.U.), dijo que si ganaba las elecciones se saldría de ese acuerdo, cosa que efectivamente hizo, en 2018 (al igual que se fue del Acuerdo de París sobre cambio climático, de la UNESCO, la Comisión de DD.HH. de la O.N.U., la Organización Mundial de la Salud, etc.).
Abandonado el P.A.I.C. por los EE.UU., y restablecidas entonces muchas de las Ilegales “Sanciones” en su contra; Irán se consideró con las manos libres para continuar sin limitaciones su programa nuclear, llegando a enriquecer uranio al 60% (todavía muy por debajo del grado requerido para armas atómicas, de más del 90%; pero bastante más cerca).
Cabe señalar que antes y después de todo esto, Israel había asesinado en varias ocasiones a científicos nucleares iraníes y realizado otros sabotajes contra Irán (la mayoría de las veces sin reconocer la autoría); todo lo cual constituye violaciones a la legislación internacional, e incluso, actos de terrorismo.
Vuelto Trump al Gobierno, y en consonancia con su estilo prepotente, tanto Israel como EE.UU., aprovecharon las nuevas circunstancias, para lanzar sendos ataques militares contra Irán, violando flagrantemente el Derecho Internacional. El encumbramiento en Siria de un viejo dirigente de Al Qaeda (ahora blanqueado en su imagen), que muestra ya sin reparos sus afinidades con EE.UU. e Israel; no sólo permitió a este país consolidar y acrecentar las zonas que ilegalmente ocupa en Siria, sino limitar fuertemente la logística de Hezbollah en Líbano, y utilizar el espacio aéreo sirio para atacar a Irán.
EE.UU. e Israel se atribuyen haber dado golpes decisivos a la infraestructura nuclear iraní. Irán lo niega y subraya el haber logrado perforar, con misiles hipersónicos, el supuestamente impenetrable “Domo de Hierro” (sistema de defensa antimisiles de Israel) y, además, impactado la principal Base Estadounidense en Asia Occidental, en Qatar.
Sólo cada parte sabe, con certeza, cuánto hay de cierto en sus propios daños, y puede evaluar –condicionado a la eficacia de su propia inteligencia– los del adversario. El resto de los habitantes del planeta, debemos conformarnos con informaciones menos precisas, siendo la verdad, la primera víctima en cualquier guerra.
Además de los daños materiales y humanos, sería importante la evaluación –en el mediano plazo– de la percepción de la seguridad de Israel como destino para los emigrantes judíos. El origen mismo de ese estado, y la razón de ser de sus leyes discriminadoras de los no judíos respecto a los judíos, es atraer la emigración judía de todo el planeta. Ni los aproximadamente 1.200 muertos que produjo Hamás el 7 de octubre de 2023 (más los rehenes muertos luego por las propias acciones bélicas israelíes), ni ahora la perforación (así haya sido pequeña como afirma Israel), ayudan a los mitos que habían logrado crear sobre una “Israel segura”. Habrá que ver en los años por venir como afecta esto, a la emigración neta de judíos hacia Israel, que es vital para su supremacismo racial sobre una población árabe que tiene mayores tasas de natalidad.
Los resultados, hasta el momento, de estas acciones bélicas, al terminar en una tregua, y algunas de las características de esos ataques; dan a pensar que se está ante un juego -peligroso en cuanto a la posibilidad de generalización de una guerra, y con muertos reales en ambos bandos– en el que los principales actores negocian detrás del telón y que algunas acciones militares presentadas como ”contundentes”, son en realidad gestos que buscan que cada una de las partes no quede públicamente como “Débil” ante la opinión pública mundial, pero que los verdaderos resultados serán los de esas negociaciones (que por ahora muestran acuerdos a corto plazo, pero desacuerdos grandes a largo) y los hechos (diplomáticos y militares) públicos, son más bien formas de posicionarse mejor para las mismas. Para Netanyahu, además, estos hechos sirven para distraer la atención de Gaza, donde sigue perpetrando un Genocidio; y unificar su frente interno nacional, donde –de no ser por esos dos temas bélicos y externos– el principal debate sería y era la Corrupción y el Autoritarismo de su Gobierno.
