
ESCRIBE GUSTAVO BATTISTONI
En tiempos de incertidumbre y confusión, es cuando adquieren mayor volumen histórico los grandes personajes de la historia. Ellos nos sirven de modelo, nos señalan un rumbo para poder mirar con optimismo el futuro. José de San Martín es de esa estirpe de hombres. Como todo gigante, tuvo sus luces y sus sombras, y un sedicente academicismo ha buscado, en vano, manchar su inmarcesible legado. Para despejar toda duda sobre su figura, no hay nada mejor que recurrir a sus contemporáneos y entre ellos, al que fue su más dilecto amigo y confidente: Tomás Guido. En una feliz recopilación de textos titulada, “San Martín y la gran epopeya”, vemos al prócer en toda su grandeza.
El historiador peruano Federico Barreda Laos, en su biografía de Tomás Guido, nos retrata con maestría la relación de los dos compatriotas: “Llegado a Londres tras la muerte de Moreno, conoce a San Martín. Se comprenden desde el primer instante; el conocimiento inicial se transforma en amistad primero, en intimidad después, en afecto confidencial y profundo por el resto de su vida. San Martín sentía no como porteño ni como provinciano, sino como americano. Tomás Guido desde aquellos días de Londres queda poseído del espíritu del maestro”.
La importancia de Tomás Guido en relación al Libertador de América, estriba fundamentalmente que fue él, quien presentó, el 20 de mayo de 1816, al Director Supremo de las Provincias Unidas del Rio de la Plata, la célebre “Memoria”, producto de sus conversaciones con San Martín en Saldán, Córdoba, sobre la necesidad de desplazar las armas de las Provincias Unidas contra el poder español hacia Chile, dejando de lado la infructuosa lucha contra los Realistas en el Alto Perú. Este cambio de táctica con respecto a la lucha contra los imperialistas, fue fundamental para liberar medio continente. La conclusión del escrito de marras, lo dice todo: ” La ocupación de Reino de Chile es el objetivo principal que a mi juicio debe proponerse el gobierno a todo trance y a expensas de todo sacrificio: 1) Porque es el único flanco por donde el enemigo se presenta más débil. 2) Porque es el camino más corto, fácil y seguro para libertar a las provincias del Alto Perú. 3) Porque la restauración de la libertad en aquel país puede consolidar la emancipación de la América”.

Guido fue la mano derecha de don José en la resolución de los problemas que el Ejército Libertador no podía resolver. Además, su testimonio sobre la magnanimidad del Gran Americano en el Perú, nos muestra un San Martín solo preocupado por la libertad de América, sin apetitos de poder ni ansias de dominio. A diferencia de Napoleón, Bismarck y otros opresores de pueblos de Europa, San Martín tuvo como centro de su acción la emancipación americana. Ese es el su gran legado.
Le confió San Martín a Tomás Guido: “Usted sabe que no pertenezco a partido alguno; me equivoco, yo soy del Partido Americano”. En estos tiempos de necesaria unidad de nuestro continente para afrontar la difícil realidad mundial, el Acervo Ideológico Sanmartiniano adquiere relevante vigencia.
El Hombre del Partido Americano es la maravillosa herencia de este luchador singular que fue José de San Martín. Nada humano le era ajeno. Fue en su juventud, un oficial del Ejército Español nacido en 1778 en el Virreinato del Río de la Plata, que a los seis años vuelve a España y que reaparece en su tierra en 1812, de la mano de las logias, para enfrentar el poder tiránico de una Monarquía que se derrumbaba. Su lucha, vale aclarar, no era contra la península liberal de las Juntas de Cádiz, nacidas después de la invasión napoleónica de 1808, sino contra esa España Despótica que quería volver a imponer el Absolutismo.

FUENTE: elcorreodefirmat.com.ar