
ESCRIBE FABIAN ARIEL GEMELOTTI
Estoy en un taxi yendo al trabajo y el taxista me mira cómo cabeceo del sueño. Debe querer hablarme, todos los taxistas hablan mucho o están totalmente callados; debe ser mucha soledad arriba de un tacho viendo por el espejito a los pasajeros subir y sentarse y bajar. Esa soledad los hace personas violentas, solitarias y muchas veces esa soledad y violencia los enferma físicamente.
El taxista mete el primer bocado: «esos rugbiers son unos hijos de putas, merecen que los violen». Yo acurrucado cabeceo y no escucho en el silencio de la madrugada. «¿Usted qué piensa?» Yo quiero dormir en ese trayecto hacia mi jornada laboral y no quiero pensar de madrugada. El tipo insiste: «los rugbiers si vivirían en Cuba Fidel los mataría». Del espejito del taxista cuelga un banderín de Velez y entre dormido y fatigado por las noticias le digo: «¿Sos de Velez?, «No, el pelotudo del patrón es de Velez», «ahhh».

El tipo insiste con los rugbiers y aprieta el acelerador y putea en una esquina a un tipo en moto: «negro puto te me cruzaste», «cerrá el orto tachero cornudo». Y se arma una disputa con la moto pegada al taxi y el tachero saca la cabeza por la ventanilla y le grita: «Fidel Castro hubiese matado a todos los negros». El tachero está nervioso y el color de la piel se le pone roja y los ojos los veo reflejados en el espejito con un color sangre profundo. Me mira y me dice sonriendo: «ayer me cogí una puta. Me gasté unos mangos y me fui a un privado. ¿Usted se coge putas?». Yo sigo cabeceando y no quiero meter palabras; pero el tipo me dice en un grito agónico: «mi mujer ya no me la chupa. Ahora con esto de las feministas no te la chupan las esposas» .
Yo cabeceo y pienso en la corrección de mi libro y mentalmente corrijo porque debo mandarle al editor todo en unos días. «cuando nos casamos me la chupó una vez y después no quiso más chuparla». «Debe ser el cansancio del matrimonio», meto una frase. «No crea, para mí que le da asco la pija». Y el tachero vuelve al color piel y los ojos ya no tienen el color sangre, eso observo en el reflejo del espejito. «Yo me cogía a una negrita», me dice el tachero con voz emocionada. «Pero me sacaba la moneda. Quería unos pesos para sus cosas». Y me mira por el espejito con cara de tipo noble y laburante del volante alienado y fatigado del subir y bajar de pasajeros: «¿Usted no será puto?» Ahí me sale el machismo y me despierto totalmente y le digo: «Nooo. Tengo tres minas».
«¡Mierda!», larga el tachero con una sonrisa pícara «¿Se la chupan?». Y no digo nada y lo miro sonriendo y ya estamos llegando a mi trabajo. Y para el taxi en la esquina. Saco la plata de mi billetera y le pago con mi mejor sonrisa y abro mi mochila y saco mi libro Las librerías de viejo de Rosario y se lo doy: «es un obsequio amigo». El tipo me mira sonriendo y me dice con voz de tachero un chiste que me hace reír: «los que escriben libros son putos».
