
ESCRIBE ALBERTO CORTES
El 24 de febrero se cumplió un año del momento en que tropas de la Federación Rusa cruzaron las fronteras de Ucrania y se trabaron en combate con el ejército de este país.
Inicialmente la ofensiva rusa se desplegó en varios frentes, incluida la Batalla del aeropuerto de Kiev, el mismo día 24. Inicialmente ganada por Rusia, pero revertida rápidamente por Ucrania. Aparentemente la intención era generar un puente aéreo a dicho aeropuerto, donde una gran afluencia de tropas rusas les permitirían en poco tiempo la toma de la capital y acabar rápidamente con la resistencia del gobierno de Zelenski, instalando en su lugar un gobierno afín. Según algunas fuentes, el plan fue frustrado gracias a informaciones suministradas a Ucrania por un doble agente: Denis Kireev, que permitieron anticipar las acciones rusas. Kireev integró también la delegación ucraniana en uno de los primeros diálogos entre ambos países. Luego fue secuestrado y asesinado inmediatamente por los servicios estatales ucranianos. Esta práctica no es para nada inusual en Ucrania, donde el régimen dictatorial imperante y los grupos neonazis a los que se ha aliado, han cometido innumerables homicidios de este tipo, acusando de “pro-rusas” o “traidores” a las víctimas. En este caso de Kireev, el ministerio de defensa ucraniano emitió un comunicado, reivindicándolo como “héroe” y se atribuyó a un error por falta de coordinación entre los servicios de inteligencia su asesinato.
Fracasado el plan “rápido” ruso sobre Ucrania, por éste y otros eventos; las fuerzas militares de Moscú se centraron el Donbass, es decir, la zona de mayoría rusa del sudeste, que había sido objeto de agresión y matanza sistemática por parte del gobierno de Kiev y sus aliados nazis – hoy totalmente integrados a las fuerzas policiales y militares ucranianas -, desde el golpe de estado impulsado por los EE.UU. y esos mismos grupos, en 2014.
Tras aquel golpe, conocido como “Euromaidan”, las dos provincias del Donbass, Donetsk y Lugansk, se habían declarado independientes y Crimea había votado su integración a Rusia, después de las brutales políticas que se desplegaron desde Kiev a partir del golpe y que intentaban anular hasta las lenguas de las minorías en un país donde no sólo rusos, sino también rumanos, húngaros y otras nacionalidades tienen una importante presencia, sobre todo en ciertas regiones como éstas, y los ucranianos puros no llegan al 60%.
Para frenar esas masacres que desde 2014 habían costado más de 14000 vidas, se firmaron los acuerdos de Minsk I y II, que no sólo incluían un alto al fuego, sino también la autonomía de las regiones del Donbass. Fueron firmados por el gobierno ucraniano, los de las repúblicas rebeldes, Rusia, Francia y Alemania. El gobierno de Kiev no ocultó, prácticamente desde un principio, su intención de irrespetar los acuerdos que había firmado.
Recientemente, en diciembre de 2022, la ex canciller alemana Angela Merkel reconoció que esos pactos se firmaron con el único objetivo de dar tiempo a Ucrania para rearmarse. Merkel añadió que en ese momento Rusia tenía la capacidad de «aplastar fácilmente» a Ucrania. «Dudo mucho que en ese tiempo los países de la O.T.A.N. podrían haber hecho tanto como hoy para ayudar a Ucrania». Es decir, en ningún momento los países occidentales procuraron seriamente alcanzar la convivencia pacífica en la región, sino que su objetivo era provocar una guerra y ganarla.
Los EE.UU., el gran ganador de la actual situación, aunque su final está aún abierto, fueron la superpotencia indiscutida, desde la disolución de la U.R.S.S., en 1991, con capacidad de disponer a su antojo de países completos, sin que nadie pudiera oponérseles seriamente, y así lo hicieron ostensiblemente en sitios como Afganistán, Irak y Libia. Cuando intentaron repetirlo en Siria, desde 2011, se toparon con Rusia. Ésta, tras el fin de la U.R.S.S., con Boris Yeltsin, se había subordinado a los intereses occidentales y debilitado ostensiblemente sus capacidades nacionales. Pero ahora estaba ahora gobernada, desde el 2000, por un mandatario como Putin, nacionalista de derecha, dispuesto a recomponer las capacidades y poderíos del país, cosa que ha venido haciendo sistemáticamente desde entonces. En Siria, Rusia frustró los planes estadounidenses por primera vez. Wikileaks mostró como EE.UU. y Al Qaeda compartían trincheras en el conflicto sirio, además.
A la recomposición del poderío ruso, económico, pero sobre todo militar; superando ya a EE.UU. en algunas categorías de armas; se suma el principal desafío –sobre todo económico– al poder norteamericano: China. Se agrega el desarrollo de potencias regionales autónomas como Turquía y la India –ambas con gobiernos nacionalistas de derecha-, e Irán. Regiones como América Latina ya no son tan sumisas a los EE.UU. como antaño y otras como Africa han ido cultivando tan buenas relaciones con China y Rusia que al intentar el presidente ucraniano Zelenski una de sus numerosas reuniones virtuales para recolectar apoyos, esa vez con Africa, de 55 países, solo se conectaron 5. El Canciller Ugandés acaba de decir: “Fuimos colonizados y perdonamos a quienes nos colonizaron. Ahora los Colonizadores nos piden que seamos enemigos de Rusia, que nunca nos colonizó”.
En la Guerra de Ucrania -con muertos ucranianos y rusos-, en realidad se dirime la recomposición del poder omnipotente norteamericano en el mundo o la continuación de su ocaso y el surgimiento de un mundo multipolar, con diversos centros de poder relativo. EE.UU. ha logrado con esta guerra acabar completamente con cualquier fantasía europea de siquiera cierta autonomía del continente respecto a los EE.UU. Estos le volaron los gasoductos Nord Stream, como acaba de revelar el periodista norteamericana Seymour Hersh, quien ya había destapado certeramente varias ollas incómodas para los gobiernos estadounidenses en el pasado. Con ese acto terrorista, los EE.UU. se aseguran la dependencia europea del más caro gas licuado norteamericano y la sumisión de Europa, alejando la posibilidad de volver a comprarle mucho más barato a su vecina Rusia. Con el resto del mundo no le fue tan bien y países como China e India –por nombrar sólo a los más grandes- han incrementado notablemente su comercio con Rusia.
EE.UU. y su brazo, la O.T.A.N., han lanzado todo su arsenal mediático, económico y militar (este último con el formato de armas occidentales empuñadas por la carne de cañón ucraniana), contra Rusia.
En lo mediático, dado el control poderosísimo de los sectores dominantes de los EE.UU. sobre la gran mayoría de la prensa mundial –a un nivel que ni el Ministro de Propaganda de Hitler, Goebbels, habría soñado– han logrado un éxito propagandístico importante, acentuado por una censura y una persecución ahora abierta en Europa a los que opinan distinto sobre la Guerra de Ucrania.
En lo económico, han lanzado una miríada de sanciones –Ilegales a la luz del Derecho Internacional, por cierto-, con la esperanza de sumir a Rusia en un caos económico. Y han fracasado claramente, como lo subrayó Putin ante la Asamblea Federal. Es cierto que el P.B.I. retrocedió en 2022, por lo hizo sólo algo más del 2%, contra pronósticos del 25 o el 30. Desde hace años, en especial desde 2014, Rusia se viene preparando para reducir su dependencia de occidente, montando sistemas financieros autónomos como la Tarjeta MIR, acumulando reservas (es el cuarto país del mundo en cuanto a su monto) e incrementando su comercio con países distintos de los occidentales. La agricultura en particular, dio el año pasado en Rusia saltos muy importantes, obteniendo cosechas récord. Tanto los europeos como los estadounidenses, entre otros, están sufriendo consecuencias de las sanciones occidentales, que tal vez sean mayores que las que padecen los propios rusos.
Entre los recursos propagandísticos occidentales se ha destacado el anuncio de “sanciones” a los que llaman los “oligarcas” rusos. ¿Que otro término que “oligarcas” les cabría mejor a numerosos empresarios estadounidenses como Jeff Bezos – dueño de Amazon y superexplotador de sus empleados -, Elon Musk – que tras el golpe de Estado en Bolivia dijo ‘Nosotros golpearemos a quien queramos”-, etc? Pero existe la fantasía de una colusión entre Putin y una serie de empresarios rusos con intereses en inversiones fuera de Rusia, que han sido justamente los que han podido ser alcanzados por las supuestas “sanciones”. En realidad, Putin impulsó y logró que se aprobara –hace años– una ley que prohíbe a cualquier ciudadano ruso con activos en el extranjero, aspirar a cualquier cargo público en Rusia. En su discurso, se refirió bastante a esos ciudadanos –que no parecen ser justamente sus amigos- y en síntesis les recordó que él desde hace años les venía diciendo que el mejor lugar para tener sus activos era la propia Rusia.
A nivel militar, es difícil tener un diagnóstico certero, por la abundancia de operaciones propagandísticas desde ambos bandos; pero parecería que la situación está aún indefinida.

Casi lo único mencionado del discurso de Putin en los medios occidentales es la decisión rusa de suspender (no cancelar) la participación rusa en el tratado START 3. Esto, unido a la salida de los EE.UU. de varios tratados de limitación de armas durante la era Trump, sin que ello se haya revertido, tratados como el AUKUS de EE.UU. con naciones del Pacífico, la amenaza del rearme japonés, etc. son pasos en dirección a una nueva carrera armamentística, muy peligrosa para el mundo.
Además, Rusia –el país con mayor cantidad de ojivas nucleares– ha dejado en claro que una retirada de Ucrania, sin que se hayan cumplido sus objetivos fundamentales (Garantizar la Seguridad de las Poblaciones del Donbass y la propia Rusia), es inaceptable. También ha denunciado que el objetivo de Occidente es una nueva fragmentación, esta vez de la Federación Rusa, como ya se produjo la del bloque del Pacto de Varsovia y la de la Unión Soviética. Que eso es amenazar la existencia misma de la Nación Rusa y que recurrirán a todos los recursos a su alcance para impedirlo.
China acaba de emitir una propuesta de 12 puntos para buscar la paz en Ucrania. EE.UU. ha respondido de inmediato, buscando mutilar la propuesta a sólo el primer punto.
LO QUE ESTA BIEN CLARO ES QUE LOS INTERESES DE LA HUMANIDAD SON OPUESTOS A LOS QUE BUSCAN ATIZAR LA GUERRA, PRETENDIENDO PRESERVAR HEGEMONIAS OBSOLETAS.