
ESCRIBE RAMIRO CAGGIANO BLANCO
REFLEXIONES A PARTIR DE UN CASO DE COMUNICACION EN REDES
El Periodista Navarro, criado en El Talar, una localidad bastante humilde según sus palabras, cuenta que recientemente se encontró con amigos con los que hacía mucho tiempo no se veían. Todo iba muy bien hasta que uno de ellos lo interpeló preguntándole qué le pasaba, por qué estaba tan distante. El Periodista, bastante perplejo, le respondió que no le pasaba nada.
-¿Y por qué no me tratás de “Negrito” entonces?, cuestionó el amigo. Ya más tranquilo al saber cuál era el motivo, el comunicador le explicó que ahora es políticamente incorrecto decir “Negro” u otras expresiones similares. –“Bueno, pero a mí me llamas de Negrito, como siempre”, le dijo al amigo.
Esto es un ejemplo de cómo las palabras tienen, además de un significado, un apelo a los afectos, porque somos, antes que seres pensantes, sentipensantes. Al contrario de lo que decretaba Descartes con su “cogito ergo sum”, sentimos y luego racionalizamos. Digo esto porque a veces hay cierta gente que cree que la etimología o la semántica, (y algunos lo hacen extensivo hasta a la sintaxis de las frases), de las palabras hacen, per se, al significado de las expresiones sin entender que los enunciados solo tienen vida en un contexto de uso, o sea, entre personas determinadas, en momentos determinados, en circunstancias determinadas y con una intencionalidad determinada según la situación de habla en la que se desarrollan.
La simplificación forzada me hace recordar a lo que hacía el periodista Mariano Grondona quién, con malabarismos verborrágicos en los que citaba la etimología de alguna palabra de origen griego, construía las teorías políticas más absurdas… y la clase media alucinaba con la erudición del periodista!!!
Hace unos días, en unos de los chats políticos de Whatsapp en los que participo, en medio de una discusión apareció una acusación de Racismo por el empleo de UNA palabra. De hecho, alguien, en la tentativa de esgrimir un argumento de razón, dijo que otra persona era Racista porque empleó el adverbio “claramente”, el que sería de cuño Racista. ¿Decir “claramente” ya nos haría racistas, independientemente de todas las circunstancias que enumeré anteriormente?
Es cierto que existen algunas palabras que, por sí solas, en principio tendrían la virtualidad de producir efectos sociales. Sin embargo, la mayoría de las palabras pueden ser utilizadas con significantes diferentes según los contextos. Por ejemplo, hasta un insulto puede ser empleado como una forma de aproximación social con el oyente, o como una forma de distensión en una situación de animadversión, o como un verdadero insulto. Todo dependiendo de cómo se utiliza, entre quiénes se utiliza, en qué contexto y con qué finalidad.
Esto no es nuevo, desde los años ´60 viene siendo estudiado por el sociolingüista estadounidense Labov. Más recientemente, el lingüista Zimmerman ha denominado a este fenómeno comunicativo como “Anticortesía”, o sea, un tipo de cortesía al contrario que se expresa mediante insultos con finalidad cortés. Este uso, principalmente de insultos como vocativos amistosos, según él, es propio de la comunicación entre jóvenes varones como un “tatuaje lingüístico” que indicaría la pertenencia a un mismo grupo. Estudios posteriores han determinado que esta práctica, esta Anticortesía, ha ido ampliándose y la emplean tanto mujeres como personas no tan jóvenes.
Como vemos, la idea de sacar conclusiones “a la fuerza” a partir de un determinado vocablo no es nada nuevo. Sin embargo, hay algunas personas, muchos de temprana edad, que insisten en erigirse en “Comisarios del Lenguaje” basados en algún par de teorías, más o menos remozadas, que simplifican la realidad comunicativa a cuestiones de Diccionario.
Parecido a lo que hacía Mariano Grondona hace mucho tiempo…

