
POR ALBERTO CORTES
Los resultados electorales de 2021 detonaron los conflictos internos en el Frente de Todos, que se hicieron definitivamente innegables frente al acuerdo con el F.M.I.
La derrota del oficialismo frente a Juntos por el Cambio en esa elección tuvo que ver principalmente con la desilusión de una gran parte de la base electoral del oficialismo que decidió no ir a votar y en menor medida a un corrimiento de algunos de sus electores hacia el Frente de Izquierda.
Alfredo Zaiat, en su columna del 15 de Mayo publicada en el Diario Página 12, analiza algunas de las causas de esa desilusión, incluyendo los efectos de la pandemia que afectaron a los oficialismos en casi todo el mundo; pero que en la Argentina específicamente incluyeron a un manejo hábil de la oposición sembrando confusión sobre distintos aspectos como la presencialidad, las vacunas Sputnik y Pfizer, etc; más falencias del propio oficialismo como la fiesta de cumpleaños de Olivos. Pero son los aspectos económicos los más relevantes, no sólo en cuanto al análisis de la elección que ya fue, sino a las perspectivas de la que se acerca.
Existe un debate al interior del Frente de Todos respecto a cómo encarar la etapa actual: Todos los gobiernos neoliberales dejaron fuertes condicionamientos a los gobiernos que los sucedieron. Le pasó a Alfonsín, con la deuda de la dictadura (además de aspectos políticos como el saldo de la represión ilegal), a De la Rua-Alvarez con la convertibilidad y sus políticas asociadas. Ahora, la deuda externa, en particular su tramo F.M.I., la caída del salario real y la destrucción de decenas de miles de PyMEs, más la desindustrialización, son la herencia de Macri. De yapa, la pandemia.
La Economía Argentina, por su insuficiente integración interna, requiere de saldos importantes de dólares en sus cuentas externas para crecer, e inclusive para simplemente mantener en el tiempo niveles altos de actividad económica. Las exportaciones, que hasta el momento son mayoritariamente de productos agropecuarios, hidrocarburos, minerales y automóviles, son la principal fuente genuina de esos dólares. Se les suman los ingresos por créditos o inversiones. Pero estos últimos rubros suelen ser engañosos: Si no van a destinos definidos y virtuosos como construcción de infraestructura o incremento de la capacidad productiva se limitan a maniobras especulativas que terminan sacando del país mucho más de lo que trajeron, sin haber dejado ningún beneficio concreto a la nación. Pasa incluso muchas veces con inversiones aparentemente virtuosas, si no están lo suficientemente controladas.
Los saldos del Comercio Exterior vienen siendo importantes y positivos, pero se terminan yendo en una enorme medida en pagos por empresas privadas de deudas que contrajeron en el exterior; lo que finalmente redunda en que no se acumulan y hasta se pierden reservas, a pesar de esos Saldos del Comercio Exterior.
El Kirchnerismo critica las insuficientes regulaciones cambiarias que permiten esto, pero sobre todo una política económica basada en promover las inversiones y las exportaciones, sin atender suficientemente al consumo, que en otros momentos ha sido el principal impulsor de los ciclos de aumento de la actividad económica. Se da la paradoja de un nivel importante de crecimiento –que no es necesariamente sinónimo de desarrollo– que crea empleos privados. Pero el nivel de casi todos los salarios termina siendo muy bajo, porque la inflación los deteriora, a más de que arrancaron ya en 2019 con una pérdida real del 20%, provocada por el gobierno de Macri.
Lo que han perdido los trabajadores en general se lo embolsaron los empresarios, principalmente los más grandes, excepto cuando la perdida fue general para toda la sociedad. El P.B.I. Nacional, entre 2012 y 2018 -tanto con Cristina como con Macri- es, en las gráficas un serrucho donde lo que se creció un año se retrocedió al siguiente, es decir un estancamiento. Luego vino la debacle final del macrismo, donde el P.B.I. se hundió catastróficamente y casi de inmediato, la pandemia, de similar resultado. Así y todo, algunos empresarios se enriquecieron en esas etapas.
El acuerdo con el F.M.I. –a más de legalizar con el Congreso una deuda de muy dudosa legitimidad-, obliga a actualizar el dólar oficial con la inflación –impidiendo usar su cotización como ancla cambiaria (como hizo Cristina), es decir como un cierto freno a la inflación, aunque acarreando otros problemas a mediano plazo– y también a limitar el déficit fiscal. Esto último compele a aumentar las tarifas (otro punto de conflicto Alberto-Cristina) e impidió medidas para impulsar el consumo y morigerar la caída de los ingresos de los sectores populares, como habría sido otra cuota del I.F.E.
El Albertismo apuesta a que la reactivación económica, por la vía de inversiones y exportaciones, al producir un alza del empleo, termine presionando los salarios hacia arriba. Desde el Cristinismo responden que no hay tiempo para esperar que ello ocurra, que las elecciones son el año próximo y que si las gana la derecha la catástrofe para los sectores populares y los intereses nacionales será inconmensurable. En esto último, no cabe la menor duda de que tienen razón.
Qué hacer con retenciones y precios son otros puntos de discordia. Alberto reconoce que aumentar las retenciones es una medida más que obvia para enfrentar la suba de los precios internacionales por la guerra de Ucrania sin que repercuta tanto en los precios de los alimentos en el mercado interno; pero que enviar un proyecto en tal sentido al Congreso (como requiere el Art. 75, inc. 1 de la Constitución Nacional) está destinado al fracaso. Desde el cristinismo invocan sólo el Art. 4 de la Constitución –lectura bastante incompleta a mi criterio-, pero –con mucho más fundamento- argumentan que la única pelea perdida es la que no se da y que es necesario dar el debate a nivel de toda la sociedad, comenzando por mandar ese proyecto o algo equivalente.
Es necesario concientizar a todos de lo que está en juego y en debate. Ello puede cambiar la correlación de fuerzas y permitir que se logre aplicar medidas que hoy parecen imposibles. Y si no se logra, al menos los sectores sociales afectados –que son la mayoría– tendrán la oportunidad de visualizar quienes son los verdaderos responsables políticos de sus padecimientos y no terminarán –como tantas veces en la historia– culpando a quienes tienen buenas intenciones, pero no se animan a enfrentar a los poderosos. Más de una vez esto terminó con un pueblo votando a sus verdugos, que son y serán, precisamente los representantes políticos de esos poderosos.

El Albertismo pretende a su vez morigerar el aumento de precios mediante acuerdos con los empresarios. Esta política ha conducido a la inflación que hoy tenemos. El Estado dispone de Leyes ya sancionadas por el Congreso, como la Ley de Abastecimiento (de 1974, cuya declaración de inconstitucionalidad en la justicia la oposición y los grandes empresarios amenazan con buscar si se intenta aplicar) y la de Góndolas, vigente, pero de escasa aplicación.

En su discurso al recibir el Doctorado Honoris Causa en el Chaco, entre muchos otros conceptos, Cristina mostró una interesante tabla de los agregados monetarios –es decir el dinero de todo tipo circulando– desde 2016 hasta 2021, como porcentajes del P.B.I. Esa tabla pulveriza el mito neoliberal, repetido hasta el cansancio por la prensa hegemónica y los exponentes de la derecha, de que la inflación (en el caso concreto y presente de la Argentina actual) es causado por la emisión monetaria.
Baste comparar dos años: 2019, cuando Macri se comprometió a realizar 0 emisión (y lo cumplió, por lo menos en medida importante) y 2020, cuando la pandemia obligó a Alberto Fernandez a emitir sin límites –como él mismo anticipó que haría– para tomar las medidas sanitarias y de sostenimiento económico imprescindibles. En el primero de esos años, el Indice de Precios al Consumidor (I.P.C.) trepó al récord hasta allí, de 53,8%. En el segundo, bajó al 36,2%. ¿Las razones? Las devaluaciones y tarifazos de la era Macri llevaron la inflación a las nubes. En 2020, la recesión (local y mundial) provocada por la pandemia la hizo caer. Encima, en 2021 se contuvo la emisión, para evitar que impactara en la inflación o se fuera al dólar….El I.P.C. trepó al 50,9%. ¡Todo al revés de lo que pregonan los “economistas serios”!
Es decir, la Inflación es Multicausal. La emisión monetaria descontrolada puede ser una causa en algunas circunstancias. Pero en los últimos años, en Argentina, las causas dominantes son otras. Hoy, además de la Inflación Mundial Importada, las expectativas inflacionarias son un factor de primer orden. Es menester ponerles freno acotando los aumentos por algún lado. Obviamente que lo justo no es por el lado de los salarios, sino de las empresas monopólicas que los vienen produciendo muy por encima de los aumentos objetivos de costos.
LA GRAN PREGUNTA ES SI EL GOBIERNO ESTA O NO DISPUESTO A PONERLE EL CASCABEL AL GATO. UN GATO QUE SABEMOS QUE NO ES DOCIL, QUE SE RESISTIRA ARAÑANDO.