
«Aquí en la Ciudad de Buenos Aires y en la puerta de mi casa, fue el único lugar donde hubo escenas de violencia, provocadas por lo que yo llamo el odio hacia la alegría y el amor peronistas.
Odian al amor y la alegría de los peronistas que siempre hemos sido objeto de la violencia,
Y después dicen que los violentos somos nosotros…
Los hemos visto también colgar bolsas mortuorias en las rejas de la Casa de Gobierno, con las caras de nuestros dirigentes, pero los violentos somos nosotros… Colgar horcas y poner guillotinas en las principales plazas, pero los violentos somos nosotros…

Es increíble el grado de cinismo y perversión que pueden unirse de hacerse cargo de lo que quieren: exterminar el peronismo, que fue siempre lo que quisieron desde siempre.
Pero miren, han intentado las peores violencias… La desaparición de miles y miles de compatriotas, porque no aceptan que el pueblo pueda expresarse y pensar cosas diferentes a las que ellos pueden darle.

Dejen de competir entre sí para ver quién odia más y quién le pega más a los peronistas. Se lo recomiendo como ciudadana: esas competencias para ver quién es más duro nunca llegaron a buen puerto, tienen muy mala historia. No repitan experiencia de la que después todos tenemos que lamentarnos.
Ha habido demasiada sangre en la Argentina para que sigan amenazando con tiros, balas, gas lacrimógeno a los que piensan diferente.

Por eso yo quiero decirles a todos ustedes que aunque viviera mil años, nunca me va a alcanzar para agradecerles el amor, la solidaridad y la lealtad de todos ustedes. Créanme que a esta altura de mi vida no hay nada más importante que eso».
