
ESCRIBE FABIAN ARIEL GEMELOTTI [1]
Me gusta mucho viajar, no hacer turismo. Viajar es otra cosa. El turismo no me interesa. Me gusta mucho Estados Unidos, Marruecos, y Bolivia. Estos tres países, por diversas razones, son mis preferidos de todos los países a donde he viajado. Cuando uno va a un país debe recorrer, caminar, meterse en la piel de los habitantes del país.
La Paz en Bolivia me impresionó muchísimo, sus manteros vendiendo libros en la puerta de la Catedral es algo que no se ve acá en ninguna Iglesia Católica. Son tres cuadras de venta de libros usados y monedas y billetes y antigüedades. Fui a La Paz tres veces. La primera vez con veinte años con mi novia de 19. Me traje cuatro valijas de libros. De la Paz fuimos al Amazonas boliviano, esa zona donde comparte territorio con Brasil. Una zona complicada, hay peste, mosquitos y pantanos. Pero a los veinte años nada importa. Mi novia no era una chica miedosa, le gustaba la aventura. Éramos estudiantes de Historia y Antropología. Queríamos aprender todo. Creo que el miedoso era yo, tenía prejuicios por ella y mucho miedo que le pase algo; chica rubia y muy blanca, «yo sé cuidarme sola», me decía y me hacía callar. Tenía prejuicios de los lugareños, esos prejuicios que uno tiene de lo desconocido. Pero era gente muy noble, y uno aprende que la nobleza del habitante boliviano y brasileño del campo es muy grande. Gente simple y muy inteligente.
Viajar es como leer, se aprende mucho cuando uno es observador. En definitiva escribir es observar. El escritor es un observador de todo, no es que sea una persona muy inteligente o sociable o extremadamente culta. ¡¡¡No!!! El escritor es una persona curiosa y observador y persistente en su terquedad. El escritor se golpea y cae mil veces, comete miles de errores escribiendo, es subjetivo al extremo y es rechazado miles de veces. Pero el escritor persiste, y sale del pantano nuevamente y vuelve a intentarlo con un nuevo escrito. Cada escrito es una forma de decir «Acá Estoy de Vuelta». Nunca quedo conforme con mis escritos, salvo dos libros y un par de artículos. Mi primer libro de 1996 (Entre calenturas y otras cosas) es perfecto, lo amo y no me arrepiento de nada de lo que escribí ahí. Y mi penúltimo libro de 2016 quedé conforme. Otros libros que he publicado no me gustan. Me gustan mucho las contratapas que publicaba en Rosario/12 en los noventa. Me parecen logradas. Pero otros artículos en revistas no me gustan. Uno persiste, lo vuelve a intentar. La escritura es eso, volver a escribir mil veces lo que uno piensa que no es bueno. Siempre el que escribe habla de lo mismo, pero usando otras palabras y viéndolo desde otros lugares. Eso es escribir, no es magia ni se trata de sabiduría. Escribir es decir algo porque uno necesita decirlo porque es escritor.
Estados Unidos es un país muy interesante. El norteamericano lee mucho, es muy abierto y muy politizado. Se puede hablar de todo con un estadounidense. En el tren a San Francisco me puse a hablar con una chica de libros, hablamos horas y horas. Después en San Francisco me invitó a la casa, y su padre era un tipo muy abierto y me mostró su biblioteca, me llevó en auto a recorrer la ciudad. Con esta chica (Lidia) nos enamoramos, creo que fue amor esos veinte días que estuvimos juntos. Uno tiene amores de viajes y los recuerda.
En Estados Unidos he conocido gente muy interesante y preparada. En la Universidad de California fui a escuchar charlas de Antropología, y de Historia de América. Muy buenas. Ahí conocí en 1999 a un profesor que me hice amigo. Un tipo muy viejo, un sabio. Vino a la Argentina y lo llevé a recorrer Capital Federal. Y ahí en la Universidad me enamoré de una estudiante de Literatura Norteamericana. Yo tenía novia y trabajo acá, sino me hubiese quedado allá con ella. Esa típica yanqui, rubia y piel muy blanca y muy delgada. Admiraba a Borges, a Arlt y a Sarmiento. Muy lectora, muy culta. Me daba vergüenza que conociera más que yo sobre todos los temas. Pero eso me enamora de una mujer, que lea mucho y sea muy despierta.
Estados Unidos es un país de inmigrantes. México es su proveedor de mano de obra barata, y los mexicanos van a hacer su «porvenir» y terminan haciendo trabajos de descarte y muy malos. Hay un filme norteamericano «Un día sin mexicanos», un paro general de mexicanos. Su economía se cae y explota todo. El mexicano agarra los hábitos del yanqui. Estuve en México y ahí vi un país muy pero muy pobre. Y me enamoré de una mexicana del Distrito Federal, y me enseñó su territorio: pandillas, pobreza y marginación. El Chavo del Ocho es México y una radiografía de sus clases sociales.
Pero volviendo a Estados Unidos, un país de inmigrantes es un país heterogéneo y la diversidad crea un muy bello país en su gente. Mucha libertad sexual, mucha libertad de pensamiento. Pero acá tenemos otra idea del yanqui, como si fuera allá todo hamburguesas y papas y muñecos del Pato Donald y motos de carretera. Pero no, acá tenemos una idea distorsionada de todo. La clase media argentina no lee libros, es muy bruta. Y muy cerrada y le gusta hablar sin chequear nada. Habla por hablar.

La librería más grande de Estados Unidos, y quizás del mundo, se encuentra en el 828 de Broadway. Strand Book es una librería impresionante. 18 millas de libros usados y nuevos. En la calle hay dos cuadras de bibliotecas y carritos con libros usados, y el edificio es enorme. En el primer piso hay una cafetería. La librería abre en 1927 en la Cuarta Avenida y su fundador Ben Bass tenía la idea de crear una librería de usados para pobres. Tiempos de pobreza en Nueva York, y en una ciudad donde las ratas (ratas de rata) salen de las alcantarillas y en las cañerías viven y a veces invaden edificios, una librería así en la Cuarta Avenida era un paraíso para indigentes y gente pobre.

El hijo de Ben tiempo después se hace cargo de la librería y la traslada a Broadway y ahí en un local de 4000 metros cuadrados instala el sueño del padre. Con el tiempo se amplia la librería y en la actualidad tiene una superficie de 55.000 metros cuadrados.
Es una librería única en su estilo. Es una tradición familiar manejada por los descendientes del fundador. Unos 200 empleados atienden y en su mayoría son estudiantes de Letras. Uno puede encontrar ahí a famosos hojeando y comprando libros y al lado de una estrella del cine un indigente buscando un libro. Hay libros a centavos y libros caros también. Tiene secciones de Literatura, Revistas, Historia, Derecho, Cine, Teatro, Música, Deportes y una Sección de Novelas de Amor y Aventura. Ahí uno puede estar horas entre libros y tomarse un café.
Cuando llegué a Nueva York me fui al hotel y dejé el bolso y me tomé un taxi a la librería. No lo podía creer. Entré y me sentí en un sueño de placer. Le pregunto a una empleada la sección Historia y me quedé ahí seis horas buscando libros. La librería está abierta las 24 horas. De noche se llena de gente. Eran las tres de la madrugada y seguía buscando libros. Se me arrima una chica y se me pone a hablar. Era italiana. Nos hicimos amigos y algo más. Es una librería que todo el que ama los libros debe conocer. Se calcula que tiene más de tres millones de libros. Desde una primera edición a un libro de autor desconocido, todo está ahí.
Libros y libros. Amo los libros. Siempre que viajo lo primero que hago es preguntar dónde venden libros y antigüedades. Me gustan los libros raros, ediciones primerizas y encuadernaciones viejas. Me gusta traerme postales, fotos, boletos de transporte, entradas de cine viejas y soldaditos, figuritas y todo lo simple y cotidiano. Y siempre que viajo dejo algún amor que se transforma en un recuerdo. Los libros y las mujeres son mi gran pasión.
[1] ESTE ENSAYO/ARTICULO LO ESCRIBI ANTES DE MIS ESCRITOS SOBRE «LAS LIBRERIAS DE VIEJO DE ROSARIO». ES UN ESCRITO INEDITO QUE RECIEN AHORA HE DECIDIDO PUBLICARLO.
